Erwin Quintupill
¡Cómo
nos han dañado! “Envejecer” es un proceso que se agradece, pues las
experiencias acumuladas permiten ir construyendo al hombre y a la mujer que
nunca llegará a un fin determinado, sólo metas parciales. De ahí entonces que
me parece fundamental el crecimiento horizontal que ofrece nuestra cultura,
nuestros principios y valores. Con relación a estos últimos, claro está que
compartimos muchos de ellos con otras culturas sean estas como nosotros – otro
mapuche, ka mojfvñce –; sin embargo es pertinente conocer lo que nos hace
diferentes.
La
educación chilena y el resto de la institucionalidad chilena no han hecho más
que destruir nuestra cultura, aún en estos días. En su afán de imponernos sus
principios, sus valores terminaron colonizando nuestro pensamiento. Al otro
lado de la cordillera, el gobierno argentino se propuso el exterminio físico de
nuestros hermanos/as. A este otro lado se optó por un proyecto de alienación,
al punto en que hoy muchos hermanos nuestros que dicen ser mapuche poseen un
discurso no mapuche, un discurso construido desde la escuela municipal y
desarrollado por los centros académicos chilenos, porque los programas de
estudio con que aprenden chilenos y mapuche son decididos por unos cuantos
elegidos, sin consulta a nadie, ni siquiera a los profesores que son en
definitiva quienes lo desarrollan en las aulas.
¡Cómo
nos han dañado!, parto diciendo a propósito del uso de los dibujos que podemos observar
en la actualidad.
¿Los
mapuche de hoy nos hemos preguntado lo que debemos llevar de acuerdo a nuestra
ubicación en la familia, en el lof o comunidad, en el cosmos? Cada uno de
nosotros transcurrimos una existencia en la que asumimos diferentes funciones o
roles, de acuerdo a nuestras circunstancias particulares y colectivas,
independiente de dónde viva (zona rural o urbana). No se es mapuche porque
heredamos un apellido que antes fue el nombre de algún antepasado directo[1].
No se es mapuche desde la nada, porque aprendemos la memoria desde antes de
nacer; y si por presión del mundo en que ahora vivimos, a muchos de los
nuestros no les ocurre así, pues habrá que desarrollar espacios en los que se
vaya reinstalando lo aparentemente perdido.
Cuando
partí con lo de aprender a dibujar en el telar, lo hice por propia voluntad…
Quizás haya existido un acontecimiento premonitorio, quizás haya soñado o
quizás no… Vivía en la ciudad y decidí retornar. Antes había intentado otras
formas de expresión manual… Al egresar del liceo deseaba ser pintor… Todo había
fallado hasta que aparecieron un par de ovillos de lana de oveja tinturados y
recordé el trabajo misterioso de mi madre. En esa época nada sabía de lo poco
que ahora sé; mi único interés era dibujar con la misma soltura que construía
sueños en los kvmpvjv[2]
en mi época de pastor.
Lentamente
fui observando y… lentamente fui dándome cuenta de que algunos de los dibujos
no cuadraban en la “lógica mapuche”.
Como
parte del 7º Mingako Kultural en Saltapura, invité a Zoila Huilipan, tía
nuestra y de edad bastante avanzada, porque sin saber dibujar, tuvo el
privilegio de observar de cerca el trabajo de Angela Lienleo, la última
ñimikafe completa de ese lugar hasta ahora.
En la
breve conversación con las asistentes al taller de dibujos en telar contó que
había xari makuñ[3] para hombres jóvenes y
para adultos mayores. “Xagkoy” se llama el dibujo para los mayores y el de los
más jóvenes no lo recuerda. La diferencia era el dibujo o diseño: más complejo
para los mayores, más sencillo para los jóvenes. De entre los que estábamos
presentes incluyó en la categoría joven a uno de poco más de veinte años y a
otro de más de cincuenta, dejando claro que los mayores son los más adultos… Me
atrevo a concluir que los kim wenxu[4].
En otro momento, agregó que los niños usaban dibujos simples, no necesariamente
logrados con alguna técnica de ñimiñ[5]
o de xariñ[6].
De igual manera, hizo diferencia entre mantas de uso cotidiano y de uso
ceremonial. Las mantas bonitas, las mantas dibujadas son de ocasión especial;
para el uso diario, son las listadas o con dibujos sencillos.
Imagen: Xariwe[7]
Fotografía: Mabel
Raguileo
¡Cómo
nos han dañado!, dije al principio, porque actualmente no sólo es posible ver
en la ciudad a peñi o lamgen con diseños equivocados o fuera del contexto
tradicional, sino también en ceremonias importantes. Dos casos como muestra:
A
principio de febrero de 2013 – en Curarrehue – observé un peñi joven que
participaba en el “Trawün Red de Ferias y Mercados con Identidad”, con una
manta que incluía el clásico diseño del xariwe femenino. Lo mismo vi en la
manta de un médico joven y en la de un zugunmacife. Esto último, en el cambio
de rewe del machi Ricardo (Entre Ríos-Nueva Imperial). Los momentos ameritaban
el uso de una manta especial; sin embargo, sus portadores ignoraban que los
diseños están fuera de contexto.
Alguien
desconocedor absoluto de nuestra cultura podrá decir: “¡qué tanto!”, es una
manta, nomás. El problema surge cuando nosotros entendemos que los elementos no
podemos ubicarlos en cualquier lugar, hay un ordenamiento cósmico que se
simboliza a través del telar y debemos respetarlo, hasta que un nuevo consenso
diga lo contrario. Debemos trabajar con la memoria, en todo; de lo contrario,
podemos caer en el tareísmo y/o folklorización propio de los establecimientos
educacionales y de organizaciones desconectadas del pvjv (püllü) ancestral.
Debemos preguntar, para equivocarnos menos cada día, para romper los lazos
impuestos por la institucionalidad chilena y hacerle frente al colonialismo.
[1] En el caso del autor de este artículo,
Quintupill (Kintupvjv) fue el nombre de mi bisabuelo, abuelo de mi padre
biológico por su línea paterna.
[2] Kvmpvjv: Laderas erosionadas. Tierra
colorada.
[3] Xari makuñ: También llamada nvkvr makuñ.
Literalmente manta amarrada. Es aquella que llaman “manta cacique”.
[4] Kimce masculino.
[5] Ñimiñ: Técnicas en que los dibujos se logran
al ir tomando las hebras que lo formarán de una en una. En nuestra zona,
existen dos tipos de ñimiñ: gvpvh y welu kvzez.
[6] Xariñ: Técnica en que los dibujos se logran
mediante el amarrado de parte del urdido que al ser ocultado, al momento de la
tinción mantendrán el color original de la lana.
[7] Este diseño es propio de la faja femenina y
simboliza la fertilidad. (Lo he visto en mantas y bolsos).
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