viernes, 29 de abril de 2011

LIBROS

El año pasado, mi peñi Cristian Antillanca me entregó un libro de cuentos recopilados por él en su lof y traducido por Víctor Cifuentes al mapuzugun. En esa ocasión vino para presentarlo en el 4º mingako kultural. Yo demoré una barbaridad en hacerlo, hasta que hace poco me quedé en casa hasta el lunes, para regresar a la pega en el bus del mediodía.

Fue el 28 de marzo pasado. Me fui al colegio, de sorpresa, a conocer a los estudiantes de la Escuela de Saltapura y a entregar el libro de mi peñi Cristian; pero, aproveché de llevar "KÜTRAL" el libro de poemas e imágenes que el peñi Alan Paillan presentó en el 5º mingako kultural. Él me envió dos ejemplares; por eso peñi Alan, sin que usted me lo pidiera se lo llevé a los niños. Fui recibido por el profesor José Santibañez.

Ellos (los niños y niñas) se mostraron sorprendidos porque no me conocían. (Uno va a menudo a Saltapura; pero, durante los fines de semana, preferentemente). Mayor sorpresa fue que les llevara dos libros. Y les hablé de los autores, de dónde eran y qué les motivaba a escribir. Luego les pregunté acerca de lo que les gustaría ser cuando grandes, y les conté que entre nuestros familiares ha habido varios/as que han llegado a terminar estudios universitarios, partiendo por Anselmo Raguileo.

Finalmente, me pidieron que les contara un cuento, y me lancé con el de LA ZORRA Y EL PUZU. Después les conté otro.

Me iba yendo, cuando me acuerdo de pedirles una fotografía. No se hicieron esperar. Se acomodaron frente al pizarrón. Dos de ellos tomaron los libros y ¡clic!¨


El profesor José y los estudiantes de Saltapura.
Fotografía: Erwin Quintupill


Dos semanas después, me encontré con la prima Juana Ñanculeo, en el bus, y me habló de lo que le llegaron contando sus nietos, después de mi visita al colegio. Hablaron de los cuentos que les compartí. Juana me dijo que quería perfeccionar su mapuzugun y que quería algún libro que le ayudara.

OTRAS IMÁGENES DEL MALALTUN DE MI HERMANA FLOR

A propósito de Malaltun, mi tío Pablo cuenta que Rupayleo, Una tía tatarabuela mía conoció a su marido en uno de ellos, que se realizó en un lugar cercano de Villa Almagro. Allí dicen que el viejo Ñanculeo - que asistía a ese malatun junto a Rupayleo, su hija - se encontró con un primo, al que no veía hacía muchísimos años.

Al reencontrarse, los viejos manifestaron su alegría y presentaron a sus hijos. Ñanculeo a su hija Rupayleo, y Mellico a su hijo del que no recuerdo su nombre en este momento. Pero, hubo más, los viejos decidieron arreglar el matrimonio, pues querían permanecer cerca de ese momento en adelante.

Acá, en Saltapura y a febrero de 2011, no hubo nada de eso. Fue un asunto menos complicado y la pega no alcanzó a terminarse; faltaron kona.


Jorge Pacheco Raguileo guitarreando, mientras sus primas Loreto y Andrea pelan papas. Fotografía de Mabel Raguileo. (No, el chiquillo no es un machista de tomo y lomo; de hecho estuvo trabajando en lo de levantar el malal y siempre le veo atendiendo a sus hijas)


Aquí estamos almorzando una rica cazuela. Éramos casi pura familia y unos pocos amigos. Entre los últimos mi peñi Víctor Cifuentes, al fondo. Fotografía de Carina Raguileo. (La fecha nada que ver. Mi sobrinita no regula la cámara. Uf!!)


Otra del almuerzo. Fotografía de Carina Raguileo.


Este es Fernando Raguileo, el de la poesía y los dibujos mejores imposible. La motosierra resulta ser un excelente invento para estos asuntos de rozar vegetales. Fotografía de Carina Raguileo.


Este es Jorge Pacheco Raguileo. Durante una noche posterior a la de este día, él y sus primas estuvieron recordando los veranos de la infancia en Saltapura. Fue tremendo compartir la pega. Él y yo somos profesores. Gracias Jorge por que te pareces a los tuyos y no te vemos contaminado de ciudad, aunque allí naciste y allí creciste y allí has estado en toda tu vida. Fotografía de Carina Raguileo.


Raúl Raguileo, dice nuestra hermana Flor que en tus años de joven y mientras viviste en Saltapura fuiste muy bueno para el trabajo. Aquí recordando algo de ese tiempo, aunque sin la presencia de nuestro papá. Fotografía de Carina Raguileo.


Ricardo, la pareja de mi sobrina Mabel y cuasi hijo de su suegro y hermano mío. Se camufla bastante bien con la familia. Foto de Carina Raguileo.


Dos de los mayores: Teodora y José no se aguantaron al final de esa jornada y se lanzaron una ranchera de las mejores. Foto de Carina Raguileo.



Mi peñi Víctor Cifuentes (poeta, músico, traductor y muchas cosas más), dándole al podón. Foto de Carina Raguileo.


Un viejujo lindo, mi hermano Olegario que ya no tiene la misma energía física de la juventud; pero que es buena yunta para mí. Foto de Carina Raguileo.


Pucha, ni frío ni calor, sólo el disfrute de trabajar en algo agradable y por un momento estar lejos, muy lejos de la ciudad, y cerca, muy cerca de los míos. Foto de Carina Raguileo.


Nicolás, Jorge y Ricardo. Foto de Mabel Raguileo.

Espero que los ánimos no hayan descendido y que sigamos con más ganas de volver a reunirnos en el próximo verano.

miércoles, 20 de abril de 2011

MALALTUN





El malaltun es un mingako para hacer un cerco. En los tiempos antiguos era común, porque eran hechos con troncos insertados en una zanja. Se cortaban robles (de hualle preferentemente), se trozaban con una longitud de 2,5 m aproximadamente ó 3 m tal vez; luego eran partidos por la mitad, para finalmente colocarlas en una zanja. Entonces, duraba unos cuantos días.

Mi hermana Flor necesitaba organizar un malaltun para reconstruir un cerco que hasta ahora era de pikapika, un arbusto espinoso, introducido hace muchos años atrás. Así que había que limpiar o rozar la vegetación, hacer hoyos, colocar estacas y una malla, más dos hebras de alambre de púa.

Le propuse que lo organizáramos para el 11 de febrero (víspera del mingako kultural). De ese modo, "matábamos dos pájaros de un tiro".

Aquí va una selección de fotografías tomadas por mi sobrina Mabel.

Asistieron: Fernando Raguileo(sobrino, poeta y dibujante), Víctor Cifuentes(peñi, poeta, artista visual, músico, traductor al mapuzugun y otros vicios), Jorge Pacheco Raguileo (sobrino, profesor y aficionado al guitarreo), Ricardo (sobrino político, gasfiter y electricista), Olegario Raguileo(hermano, aquí en la que sea), José Raguileo(hermano viejo), Raúl Raguileo(hermano no tan viejo).

Nicolás (un sobrino postizo, por culpa de otro sobrino postizo) tiene 13 años y se destaca por meterse en asuntos de viejo de campo. Hace dos años fue lo de la xuxuka y ahora ayudó en todo lo que se ofreció.

Las Fotografías:
- Cocina a la intemperie.
- Esperando la cena (por la noche), cuando terminamos.
- Loreto haciendo sopaipillas.
- Isabel (cuñada) cocinando el almuerzo

jueves, 7 de abril de 2011

CASAMIENTO - “`PAGO” DE MUJER CON ANIMALES


Casamiento (de) la Rupayleo, contaba mi mamá: “Kvla koral, pigey, apopay Mellico”, pikefuy(1). Mellico pigey ti vlmen, ti wenxu. Antes era así: se pagaba la mujer. Adonde iba a buscar uno, tenía que pagar animales, pue. Es un casamiento de familia rico, no más, demostrando riqueza.

No se dice “pagar”. Se hace gijanzugun. Ese es gijanzugun. Porque riqueza de los mapuche era tener animal(es), nada más. No tenían compra, no tenían auto. No se conocía esa cosa. Se vestían igual: camal(2), ciripa(3), como cualquier otro pobre. Otro vestimenta no había. No como un rico hoy día se pone corbata, terno de casimir, anda en auto (y) otro anda en avión.

Como pagar se dice, porque habían familia que se querían, los mayores. Basta que se quieran, no más: los mayores. Entonces, por ejemplo, tú tenís una hija, él tiene otro. Ya, (a) él le gustó tu hija, y si tiene hijo él: “¡Ah! Éste va a ser mi hijo, voy a pagar cuantos animales si me piden”. “¡Tunte kujian rume!”. Cuanto quieran, voy pagar, decían los viejos. Ese era casamiento, gijanzugun que se dice. Hoy día se paga una ovejita, no más. Y vamos casando.

Como pagar dice, como un agradecimiento, como… por no rebajarse de ese hombre, el dueño de hija, daba todo lo que tenía, para mostrar merecimiento. Y había gente que tenían animales. Cualquiera cantidad. Antes… porque la tierra estaba común.

Aquí el que tenía más animales era Quilaleo, dicen. Fvta Quilaleo. Ese abuelo de los Ñancupil (y) bisabuelo de esta gente que está aquí. Papá de Ñancupil(4). Bisabuelo de esta gente. Fey ti xarvmamvj, wente wigkul, ese, dicen que el potrero ese es un solo corral. Ahí se llenaban los animales, cuando (a)corralaban. Llegaban tirá de animales, (a)carreándolos. (Iban) saliendo allá, en el colegio(5) y todavía no terminaba de salir en los corrales. ¡Ese sí que era cantidad! ¡Imagínate, tú! (Para) tapar todo ese trayecto. Era(n) como hormiga los animales, porque así también mandaban ellos de aquí a Almagro(6). Entugekey kujin, utaltuan, pigey(7). Zewma octubre, salían. Mvlelu kacu(8). Daba(n) vuelta: Kopiwpvjv, Boroa, Lumahue, Cagvj (y) en mayo llegaba(n) aquí, y lo(s) tiraban a la montaña. ¡Eso, era pura montaña!. Ahí, pasaba(n) el invierno. Entonces, llegaba la primavera, rodeaban otra vez. No sabían cuánto era(n). Si perdía diez, quince… perdía, no más. caían al risco, la gente pobre sacaba: no se dan cuenta.

También había gente que le gustaban tener, criaban, puh. Pero, así también había pobre. Pero, dicen que era contado la gente que era (rica). (La) mayoría eran pobre. Actualmente, puh. El hombre que trabaja bien, ta bien, y la persona que no trabaja, no tiene tampoco. Había gente, hombre pobre, que no tenían ningún animal.
Eso no es pagar, sino que es demostrar, como cariño, como agradecimiento, como demostrar que… tienen. Para ellos, los animales no tenían valor, puh; porque ¿qué se hacía con los animales? Por que no se podía vender. ¿Quién le va a comprar? Plata, no corría. Pa consumo, no más. Esa misma gente que cuidaban eran rehenes. Se dice rehenes, ahora. Esa gente (eran) esclavo. Tenían mozo. Compraban chiquillo huérfano, por ahí. Lo criaron: sería de mozo. Eso eran los servidores. Los hijos de un cacique no van a andar cuidando animales, puh. Esta familia Pichipil, dicen que la familia eran rehenes. Eran mozos y (se) radicaron aquí. Hoy día, viven. Sigue la herencia. Ese eran los cuidadores de animales. Tienen permiso pa comer: terminaba la carne (y) mataban otro vaquilla. Pasaban buena vida. Harina tostado: un saco, dicen que todo el tiempo se mandaba. Ka mvley kona, kvyvmtuyawtu(9). Kvyvmtu se llama ir a dejarle alimento. Era harina de avellana. (Todos los) artículos de primera necesidad: harina, sal. Kvyvmtu. Felefuy ta mogen kuyfi, cacay. Fewla may cambialeiñ(10).

(1) “Kvla koral, pigey, apopay Mellico”, pikefuy: “Tres corrales, dicen, vino a llenar Mellico”, solía decir.
(2) Camal: chamal
(3) Ciripa: chiripa
(4) Ñancupil: Padre de Wete Ñancupil y abuelo de Martín. José, Dominga, Sofía y Herminio, todos fallecidos durante la segunda mitad del siglo veinte.
(5) Colegio: se refiere al colegio que existió en Hueychahue hasta, más o menos, la década de los 70 y en el que fue profesor Aburto Morales. El terreno para construir la escuela lo cedió Marcelino Quintupill. Actualmente vive allí Amador, en la tierra que le dejara su padre. Marcelino falleció, siendo logko de su lof, en julio de 2009.
(6) Villa Diego de Almagro, distante a unos 10 Km. Al norte, aproximadamente.
(7) Entugekey kujin, vtaltuan, pigey: Sacaban los animales a pastar, dicen.
(8) Mvlelu kacu: Habiendo pasto.
(9) Ka mvley kona, kvyvmtuyawtu: También había kona, para ir a dejarles. Kona: subalterno del mismo grupo familiar del vlmen.
(10) Felefuy ta mogen kuyfi, cacay. Fewla may cambialeiñ: así era la vida antes, chachay. Ahora, hemos cambiado.

Relato entregado por Pablo Quintupill y Zoila Huilipan. Saltapura, 16 de aabril de 1995.

Imagen: Zoila Huilipan y Marta Quintupill (Palin Saltapura-Boroa)
Fotografía: Erwin Quintupill (octubre 2010)

CASAMIENTO


Al otro día, llegando aquí uno tiene que mandar a una persona de respeto, responsable - para que vaya - y tenga buen vocabulario, para ir a decir lo que significa: Que aquí llegó y que aquí está, que estén tranquilos. Así que los papá y mamá esperan eso, al otro día. Cuando perdió una niña esperan al mensajero. Nosotros decimos el werken.

Pero tiene que hacer el papá. Mi papá tiene que mandar, no yo.

Después me preparé para celebrar mi casamiento. Un mes después, más o menos, vine a “pagar” mi casamiento. Otra vez tengo que mandar a mi werken, mi persona mayor de edad. Fue mi cuñado Martín Raguileo. El partió de nuevo; pero, tiene que ser llevado por otra persona. El hermano de mi suegro fue el intermediario. El no podía llegar a la casa del papá de la novia solo, tiene que ser con otra persona, un intermediario. Llega el werken, va acompañado.

Allá llega y habla con su hermano: Mire hermano, aquí llegó otra vez este caballero. "Quiere hacer su pago." Entonces mi suegro tiene que señalar el día en que tenemos que ir nosotros.

Así lo hice. Creo que dejó una semana. Un poco más, un poco menos, no me acuerdo bien. Fuimos a pagar.


Compré una bestia para matar: una yegua. Dos ovejas. Un reboso, un chamal, para la Mamita, mi suegra; dinero en efectivo, para el suegro. Todo eso se hace, se entrega en el acto. Y tiene que haber una persona para que vaya a hacer uso de la palabra: “Este es el pago...”

A mí me ayudo mi hermana Dominga. Me ayudó la hermana Carmela. Me ayudó otra prima que tenía en La Vega. Mis cuñados me dieron dinero en efectivo: 500 pesos (en ese tiempo era harta plata). Yo compré la bestia, una auka, una bestia que nunca se ha montado. ¡Gorda! Esa la matamos allá.

Relato entregado por Pablo Quintupill, en Saltapura, el 2 de febrero de 1991.

Imagen: Pablo Quintupill
Fotografía: Germán Correa. Saltapura, febrero 2011.

EPEW: PUZU EGU XAPIAL


Me comprometí con algunos de mis sobrinos/as que estuvieron en Saltapura, durante el Mingako Kultural, a compartir con ellos relatos, a través de los cuales puedan conocer algo del Saltapura pasado. Comienzo con este epew y seguiré con otros que tratan de distintos asuntos. La idea es iniciar una conversación a través de los sucesos que les vaya dando a conocer.

Todos estos relatos son parte de un proyecto largamente acariciado por mí, consistente en editar un libro con parte de la historia de Saltapura.

PUZU EGU XAPIAL

Había un hombre que tenía una huerta y un día se dio cuenta de que le estaban robando. Todos los días, por la mañana, faltaban repollos, lechugas. En fin… No hallaba cómo hacerlo para encontrar al ladrón, así que decidió poner waci.

Era el venado el que iba. Esa noche fue otra vez a robar verduras; pero, al entrar quedó cazado con el waci. Ahí se quedó. Tiró y tiró; pero, nada. Así llegó la mañana y lo encontró el dueño de la huerta.

- Aquí te pillé, le dijo. Menos mal. Ya me tenías cansao. Un poco más y me terminas el huerto. Pero, vas a ver, no más. ¡Te voy a matar! Pero, como es temprano, primero voy a tomar desayuno

Así que lo amarró, bien amarrao y ahí lo dejó. Se fue a desayunar. Ahí se quedó el venado, asustado, diciendo:

- ¡Pucha! Aquí me llegó. ¿Qué hago ahora? ¿Cómo me escapo?

De repente, se le ocurrió una idea y se puso a gritar:

- ¡Me van a matar porque no me quiero comer una vaca asá! ¡Me van a matar porque no me quiero comer una vaca asá!

Él calculó que por ahí andaba el león. Lo había sentido. El león escuchó, paró la oreja y dijo: ¿Qué es lo que dice? Cuando escuchó bien, partió buscando al que gritaba. A la voz de vaca asá… El venado gritaba: ¡Porque no me quiero comer una vaca asá, me van a matar! Allá llegó el león:

- ¿Qué te pasa, hombre?
- Es que me van a matar porque no me quiero comer una vaca asá. Aquí me tienen amarrao. Otro rato van a venir. Yo, como puro pastito. ¡Cómo me voy a comer una vaca asá!
- Bah, dijo el león. Yo me la como. A mí me gusta la carne. ¿Qué tengo que hacer?
- Tenís que ponerte en lugar mío.
- Ya, puh.

El león soltó al venado y le dijo que lo amarrara. El venado lo dejó bien amarrado y se despidió. Se fue contento y el león también quedó contento, esperando a que llegaran con la vaca asá. En eso llegó el hombre y cuando lo vio le dijo:

- Así que te convertiste en león; pero, igual no más te voy a matar.
- No, si yo me como la vaca asá, decía el león.
- Ah, ¿sí?, le dijo el hombre, y le manda con un asador al rojo que traía. Lo había tenido en el fuego mientras desayunaba.
- ¡Ay!, gritaba el león, y el hombre le seguía dando con el asador al rojo.
- ¡Ahí tenís vaca asá!, le decía.

Con el dolor, el león se revolvía hasta que logró soltar las amarras y se escapó todo quemao. ¡Pobre león! Se fue mal herido, jurando que el venado se la habría de pagar.

- ¡Donde lo pille, me lo voy a comer!, decía.

Un día supo del lugar en que el venado iba a tomar agua y se fue pa allá, a esperarlo. Se metió dentro del agua y allí, sumergido, lo esperó. Con una pajita en el hocico, pa respirar. En eso llegó el venado; pero, nada de leso, tuvo dudas. Así que por si acaso, pa salir de la duda, dijo de lejitos:

- ¿Por qué será que mi agüita no me dice ¿Ven a tomarme?.

El león que estaba allí escuchó, así que dijo: “Ven a tomarme”, con voz bien ronca. El venado dijo: “Nunca se ha visto que el agua hablara”, y partió hecho una flecha. Se escapó. Hicieron tonto al león. Ahí se quedó el león, enrabiao.

Otro día, el venado supo que andaba cerca el león, así que empezó a juntar piedras. Juntó hartas y se subió con ellas arriba de un avellano. Ahí estaba el venado comiendo avellanas, al lado de un mallín, cuando llegó el león. El león de repente lo ve y se fue despacito, y se tira al agua pa pescarlo; pero, agarró pura agua. Salió todo mojado, sin entender nada. En eso, el venado que estaba arriba se puso a reír.

- ¿Qué está haciendo compadre?, le dijo.
- ¡Ay! Yo pensé que se estaba ahogando y por eso me tiré a salvarlo. ¿Qué está haciendo allá arriba?, le dijo.
- Comiendo avellanas. ¡’Tan ricas! ¿Quiere unas pocas?
- Ya, güeno, dijo el león.
- Abra bien la boca y yo le voy a dejar caer varias.¡Ábrala más, puh!, le decía.

El león abría el hocico lo más que podía, mirando pa arriba. Así estaba, cuando el venado le lanza rapidito todas las piedras. Le tiraba y le tiraba. El león no alcanzó a cerrar el hocico, se le llenó de piedras y se ahogó. Se murió el león.

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Este epew me fue narrado muchas veces en mi infancia. Esta versión corresponde a la de mi hermana Flor (Saltapura, julio de 1992).

Imagen:Nalca en la casa en que vivo
Fotografía: Erwin Quintupill. Cunco, marzo 2011.