lunes, 28 de mayo de 2012

MAMÁ, PAPÁ, LA UP Y PATRICIO AYLWIN






Imagen: Camino a casa.
Fotografía: Probablemente de mi hermana Miriam. Podemos ver de izquierda a derecha a: mi tío Martín Raguileo, mi papá Juan Raguileo, mi primo Luis Raguileo (niño) y el tío Bernardo Bello. Regresan de Nueva Imperial y cargan garrafas de vino para la celebración del triunfo de Allende. Saltapura, septiembre 1970.

Fue en los días previos a la elección de Patricio Aylwin. Mi madre me confió que votaría por él. Yo no compartía su posición[1]; pero, en estos casos procuro ser asertivo, sobre todo tratándose de ella. En ese momento la acompañaba papá, y estaba claro que tenían un acuerdo. (Esta pareja sin ser perfecta, tenían como costumbre discutir sus decisiones: conversaban, manifestaban su opinión personal, recordaban la de otros – cercanos o lejanos –, exponían sus dudas. Imagino que no siempre tomaban decisiones enseguida. Más de una vez vi a uno y a otro mostrarse molesto por lo que decía su pareja. Si llegaban a sentirse molestos, eran un chiste. En otras palabras: la pensaban).


Pero, mi madre agregó un comentario, transformando el momento en una de las tantas lecciones que de ellos recibí. “Vamos a votar por Aylwin, porque no hay otro. No hay que olvidarse que él apoyó el Golpe, él estuvo de acuerdo y después apareció con los militares”.

No podría asegurar que ellos hayan sido militantes de la UP o de Allende. Fueron más bien sus simpatizantes. En ello pusieron sus esperanzas de viejos mapuce. Se alegraron con el triunfo del 4 de septiembre de 1970 y lo celebraron. La celebración la organizaron con otros parientes y vecinos bajo el digüewero del alto. Y se mantuvieron así, esperanzados, mientras vieron los avances que se iban produciendo: por primera vez hubo a disposición de nuestro lof y de los de alrededor un tractor con un operario, enviados por el gobierno[2]. ¡Esta sí que es ayuda!, dijeron los viejos y dedicaron el tiempo que ahora les “sobraba” a componer los cercos, a preparar leña con anticipación, a limpiar las semillas, a cumplir las tareas del comité, a construir lazos, a reparar las herramientas, a atender la huerta de la “vieja”, a construir utensilios de madera o de otro material para la casa, etc, etc. Algunos se tiraron las orejas, es cierto. Entre nosotros, también los hay; pero, no abundan.

Yo presencié parte de ese proceso. Solía salir al frente de la casa o subía al alto y desde allí tocaba al kujkuj (kullkull) avisando que la reunión comenzaría en una hora más, cuando era más chico; un día llegué de la ciudad y me encontré con el encargado del tractor; en el verano del 72 vi la llegada sorpresiva de una máquina “cosechera” o “automotriz”[3]. Saltapura se revolucionó. Los viejos andaban contentos, y nosotros también. Hasta aquellos que no habían votado por Allende – sus opositores – se mostraban satisfechos.

Hubo otras acciones del gobierno que no comprendí del todo. Hacían llegar a los comités algunos libros para promover la lectura y el pensamiento socialista[4]. Entiendo la intención de hacer proselitismo; pero, se trataba de comunidades mapuce en las que el nivel de alfabetización en castellano era bajo; y, bueno… de otra cosmovisión; por lo tanto, no pertinente. (Pienso que el impacto de tal acción debió ser muy bajo e incluso nulo en varios lugares). Si como antecedente se hubiera considerado nuestra historia política y cultural, probablemente la acción habría sido diferente. Aún así, el gobierno de la UP consiguió la adhesión de importantes grupos de mapuce organizados desde distintos lugares.

Ignoro si Saltapura envió representantes al Congreso realizado en Temuco en tiempos de la UP, para la preparación de la Ley Indígena. Parece que no. Yo, ya había emigrado y mi contacto se remitía a las vacaciones y a las cartas.

Mis padres fallecieron en 1995. Ambos habían sobrepasado los 80 años, según su carnet de identidad, o sea que para 1990 ellos ya eran ancianos y kimce (hace mucho).

¿A quién puede sorprender que militantes de la DC se expresen negativamente de la experiencia de la UP? Ellos siempre fueron una parte importante de la derecha chilena. Eso también lo aprendí en Saltapura, sobre todo en la campaña del 64’, aunque para esa fecha sólo tenía seis años; pero, estaba atento a los escritos[5], a las noticias que daban por la radio y a los comentarios que surgían desde la organización.

Por nuestra parte, no se trata de ser allendistas o “upelientos”, sino que simplemente de dar testimonio de cómo han ocurrido las cosas, de quiénes son quienes. La primera vez que grupos de mapuce organizados fueron considerados como protagonistas en la proposición de una ley que nos afectaría directamente fue en los tiempos de Allende y su UP[6]. La segunda vez, fue en los tiempos de Aylwin y su CEPI que después fue CONADI… y ya sabemos lo que ello ha significado. Desde un principio fue el organismo que el estado derechoso creo para intentar resolver los múltiples problemas que le ocasiona nuestra existencia.


[1] Yo venía del activismo callejero de los 80’ y no me inscribí para votar, pues consideré que lo menos peor, no era suficiente. Me imaginé un futuro menos siniestro que el que había conocido; pero, oscuro y desesperanzador.
[2] El año pasado (2011) me sorprendí con la noticia que el gobierno derechista había invertido en la adquisición de maquinaria agrícola y que había celebrado una ceremonia de entrega a dirigentes de varios lof de la Región (IX). ¿La derecha de Piñera haciendo lo mismo que la UP?
[3] Se trata de aquellas que cortan el trigo, lo ingresan a su interior y lo trillan. Por la parte posterior va saliendo la paja, y por un costado, los granos. Hasta entonces, debíamos cortar a mano (con hechona) o con espigadora (una pesada máquina impulsada por dos yuntas de bueyes).
[4] Se trató de clásicos de la literatura nacional y mundial y de textos que promovían el socialismo.
[5] Aprendí a leer y a escribir en casa. Mis padres y mi hermana Miriam se hicieron cargo de ello, en 1964.
[6] Si lo hicieron bien, regular, mal o de otro modo, es tema de estudio. Yo, doy testimonio de lo que vi, siendo adolescente.

miércoles, 16 de mayo de 2012

DARÍO MELIÑIR (MELIGVRV) DE QUINQUÉN


Me llamó ayer mi amigo Jorge Sir, para comunicarme que ha fallecido el peñi Darío Meliñir, de Quinquén. Aunque él no es de Saltapura, aunque nunca estuvo por acá, quiero compartir mi impresión acerca de este kimce.





Imagen: don darío Meliñir y su familia, frente a la escuela de Quinquén.
Fotografía: Jorge Sir (tambien en la imagen).
 
Lo conocí a él y a parte de su familia, allá por el 96’; pero, no fue sino hasta el 2008, en que me alojó en su casa y fui invitado a estar con su familia mientras se realizaba el gijatun comunitario, que compartí más cercanamente con él. Ese día, don Darío me solicitó que en la jornada siguiente le ayudara y fuera parte del grupo danzante familiar; pero, ese momento no llegó, seguramente porque habrá encontrado o llegado algún familiar o amistad más cercana para completar la cantidad de hombres a danzar[1].


Don Darío puede ser visto, así como también a otros integrantes de su comunidad, en más de un documental realizado en las últimas dos décadas, pues este grupo de hermanos pewenche se hicieron conocidos internacionalmente por su resistencia y decisión a permanecer en su territorio. Lo defendieron contra los intereses del latifundista vecino. Finalmente, lograron que el gobierno de Aylwin se comprometiera a mediar y a adquirir el territorio reclamado. Quienes no conozcan antecedentes sobre este conflicto, ingresen la palabra Quinquén en un buscador de Internet o visiten la zona de Lonquimay, al sur. Allí está Quinquén. Si llegan hasta ellos, podrán ver el bosque de araucarias incendiado por el latifundista con el propósito de expulsarlos, de hacerles desistir en su empeño.

Una vez me contaron que cuando se desató el incendio que avanzaba hacia sus casas, ellos se fueron al gijatuwe y se lanzaron a orar (gijatukar, dicen), invocaron a todas la fuerzas de la naturaleza y finalmente el fuego se detuvo. Otro misterio más que no necesita explicación.

Ignoro lo que hay más allá de la vida; pero, de haber algo – don Darío – nos encontraremos para compartir nuestras experiencias y profundizar nuestros conocimientos. Nos queda la gratitud de tu familia amplia, porque fuiste parte de la lucha activa, allá en tu territorio lejano, en tiempos difíciles.

Un abrazo a don Ricardo Meliñir (logko) y a toda su gente,


Imagen: Darío Meliñir. Fotograma tomado del documental "El Despojo" (Dauno Tótoro, 2003).

Don Darío en “El Despojo”, documental dirigido por Dauno Tótoro (2003).

“¿Cómo nacieron los mapuche? ¿De dónde salieron los mapuche? Dicen que se apareció - como que aparece aquí en la montaña, aquí en el campo – ese hombre. Y ¿cómo será?, dije yo; pero, más no se sabe eso. Según se dice, Dios lo hizo y lo dejó en tal parte, y quedó. De ahí vienen los mapuche”.


“Cuando vino Colón, recién. Ahí empezaron las guerras; pero, la última guerra, dicen, que vino de la Argentina, de allá venían matando mapuche. Según cuentan que el presidente argentino quería matar a todos, no dejar ningún mapuche[2]. Así que los mapuche tuvieron que correrse pa’ acá, pa’ Chile”.


“Dicen que después cuando se fueron… dicen que se fueron por acá… disparando. Todos los que alcanzaron a matar, mataron: niños, mujeres… Esa gente venían de la Argentina.

“Dicen que la mamá le pidió un caballo a un hombre que se llamaba Relmu. (Relmu significa en castellano arco iris). Allá, dicen que el hombre tenía caballos. Dicen que la última plata que tenía mi abuela, su xapelakuca, su xarilogko, que usaban antiguamente los mapuche… Dicen que (con) lo último que le quedaba, le fue a pedir un caballo, por eso. Le dieron un caballo, y en ese caballo vinieron en su kutama sus niños. Y él venía a pie, y la señora en su caballo y en su kutama los niños”.


Imagen: Darío Meliñir. Fotograma tomado del documental "El Despojo" (Dauno Tótoro, 2003).

Estos textos los he transcrito desde el documental “El Despojo”, de Dauno Tótoro. Me impresiona que los mayores sean tan semejantes, aún habiendo crecido en lugares distantes y aún sin haberse conocido. Me impresiona su sabiduría. Acá en Saltapura, mi padre, mis tíos tenían conversaciones del mismo tipo.

En este mismo documental, don Ricardo Meliñir, logko de Quinquén habla de los salamanqueros, relato que también he escuchado en mi lof de origen. Se dice por ejemplo, que Rupaybew y Ligkobew – hermanos de mi tatarabuelo Martín Catrileo – eran salamanqueros, weycafe especialmente entrenados para la guerra. Así como don Ricardo menciona, se dice que la tía tatarabuela Rupaybew era capaz de luchar cuerpo a cuerpo con más de un hombre, que estuvo al mando de un grupo de weycafe jóvenes, etc; en definitiva que eran extremadamente hábiles en el enfrentamiento y que en su preparación habrían adquirido ciertos poderes desconocidos por los comunes, pues ellos sobrevivían fácilmente a las lesiones de la guerra.


Si hay algo más allá de la vida, peñi Darío, ¡que te encuentres con los salamanqueros!
Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh……!!!!


[1] En Quinquén, zona mapuce pewenche, en el gijatun danzan los hombres. Un grupo de cinco de ellos – por cada grupo familiar participante – ingresan al gijatuwe. Son hombres adultos mayores, jóvenes y niños en edad preescolar. Las mujeres acompañan desde el exterior, realizando un canto por cada danzante, mientras el logko y sus ayudantes (todos hombres) van dirigiendo la ceremonia.
[2] Se refiere a la Campaña del Desierto organizada por el gobierno argentino que se propuso el exterminio de los mapuce que vivían en el territorio que ellos nos usurparon al otro lado de la cordillera, mientras a este otro lado el gobierno chileno actuaba de un modo similar. Nuestra gente cercana o viviendo a en la cordillera – al lado este – debieron huir hacia este otro lado para evitar la masacre que se avecinaba. Lo hicieron del modo que don Darío nos cuenta.

jueves, 10 de mayo de 2012

KONEW (adivinanza)






Imagen: Angela Lienleo (mi abuela) y Carmela Ñancupil (mi mamá).
Fotografía: probablemenmte mi hermano Raúl, en Saltapura (febrero de 1983)




Alguna vez mi madre me habló del juego de adivinar entre nosotros los mapuche. En esa ocasión no tuve con qué dejar registrada la conversación; pero, fue más o menos así:

-          Vamos a jugar konew. Konewaiñ, pikefuy ta pu ce. Ya. Estaban todos de acuerdo y se jugaba.
-          Se decían adivinanzas.
-          No como estas que se dicen en castellano. No. Eran diferentes.
-          ¿Cómo entonces?
-          Alguien decía: estoy pensando en algo. Los demás tratábamos de adivinar en qué estaba pensando. Y así íbamos dando vuelta, por turno.
-          ¡Ah! Entonces no eran adivinanzas como las que me decían a mí, cuando chico.
-          No. Era distinto. Uno podía pensar en el fuego y eso era lo que los demás tenían que adivinar.
-          ¿Se podía pedir pista?
-          Sí.




Imagen: Juan Bautista Raguileo (mi papá). Saltapura, 01.02.80.
Fotografía: Toño


Mi padre también me habló de algo similar. La ocasionalidad no la pregunté; sin embargo, creo que era una actividad lúdica que surgía del estar socializando. Debe considerarse que las adivinanzas de origen no mapuche se dicen en momentos también diversos. ¿Cuándo ingresaron las adivinanzas en castellano al mundo mapuche? Naturalmente, debió ser a través del contacto directo con ellos, con los no mapuche, y poco a poco, supongo, eso sí, que la educación formal chilena la instaló definitivamente, o al menos debió cumplir un rol fundamental en ello. En definitiva, el momento se daba de acuerdo a las circunstancias. Podía ser un juego familiar o social, entre jóvenes, niños o gente mayor. Eso es lo que entendí. Ojalá alguien cercano a nosotros pueda aportar alguna otra información.

Todo aquel/la que lea este blog no debe generalizar esta información. Recuerde que nuestro Wajmapu era muy extenso (desde el Pacífico hasta el Atlántico), de modo que no es de extrañar que se hayan dado variaciones en las costumbres. Las hay hoy en día, ¿por qué no habría de darse en los tiempos antiguos? Además, la naturaleza es cambiante y nosotros somos parte de ella. En consecuencia, pienso que todo lo que brota de nosotros tiene también esa característica. Se me hace difícil que algo humano pueda perdurar por siempre.

Adivinanzas en mapucezugun

La primera vez que escuché una adivinanza o konew en mapucezugun fue el 26 de diciembre de 1986. Había regresado, después de mucho estar en la ciudad, con la intención de “quedarme”. Hacía cuatro días estaba de vuelta en mi Saltapura, después de darme cuenta que en la ciudad algo me faltaba: el calor de la familia que había dejado en marzo de 1969.

En esa noche, de mediados de año, estábamos en familia y alguien dijo:

1
Cem vñvm ta tvfey
gelay piluh,
gelay hamuh
Welu “siempre”
mvley pvhoh.

Un tiempo después, conversando una botella de chicha con mis primas Teresa, Ociela y Vivi Quintupill escuché la misma adivinanza y también la que muestro a continuación:

2
Kiñe pici ke cem
“lleno” de picikelu.





Imagen: Filu (culebra)
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura, marzo 2000.


En el primer ejemplo, me parece ver influencia de la adivinanza chilena de origen español, por la estructura; específicamente, porque parece estar en versos rimados (…piluh,…hamuh,…pvhoh).

El segundo ejemplo puede ser una fórmula mapuche, de acuerdo a lo que me contaba mi madre, porque se trata de una afirmación y la entrega de una característica.

A propósito, recuerdo que cuando niños – mis hermanas y yo, a veces también con mis primos – jugábamos a adivinar de esa forma; pero, hablando en castellano. Para que nos adivinaran “inventábamos” una y decíamos, por ejemplo:

“Una cosita chica, negra y dura”.

Los demás trataban de adivinar, pedían pistas, etc. La solución es la plancha (esa que funcionaba con brazas). Esa forma de inventar una adivinanza se parece a la fórmula empleada en “Kiñe pici ke cem/ Lleno de picikelu”, que literalmente traducido al castellano dice: “Una cosita, llena de cosas pequeñas” o “Una cosita, llena de cositas”. Como se puede observar, la construcción es muy similar.

Ya dije que así jugábamos cuando niños. Era la primera mitad de los 60. Hablábamos castellano; pero, aprendíamos de nuestros padres que entre ellos siempre conversaban en mapuzugun. Es decir, que la fórmula que empleábamos debimos aprenderla de nuestros mayores.

También jugábamos – en castellano – a “qué estoy pensando”.

Respuestas

Solución
Informante
Fecha
Filu (culebra)
Familia Raguileo Ñancupil
26.12.86
Xapi (ají)
Teresa Quintupill
08.07.87

Estas técnicas en la entretención, fueron muy significativas para los niños de ese tiempo. Nos entreteníamos; pero, también nos poníamos a prueba. Con eso de “en qué estoy pensando”, pues no se podía pensar cualquier cosa, sino que uno incorporaba lo que estaba aprendiendo en la escuela, por ejemplo. En mi caso personal, siempre fui estimulado por mis padres y el resto de la familia a conseguir nuevos aprendizajes. El asunto se transformó en un desafío permanente, y me hizo mucho bien.

Los adultos, los míos, no eran inocentes cuando elegían las adivinanzas que me iban diciendo, ya fuera para entretenerme o para que aprendiera. Quiero decir con esto, que pienso que en la antigüedad existía la intención clara de utilizar la “adivinanza” como un medio de entrenamiento para lograr aprendizajes, o mejor dicho era una excusa para ejercitar habilidades cognitivas (para conseguir conocimiento nuevo).


Invito a los jóvenes de ahora, vivan en donde vivan (campo o ciudad) a recrear estas experiencias en los ámbitos en que se desenvuelven (la familia, la escuela, el teatro, la música, la danza, la poesía, la artesanía, la escritura, la entretención, etc.). A recrear, es necesario para que nos nazcan nuevos mapuche, hombre y mujer. Recuerden que la identidad es también una construcción colectiva, producto de la reciprocidad con el entorno.

Un abrazo a todos/as.

Erwin