sábado, 29 de marzo de 2014

Los Mapuche: Entre Historias y Perdones

“Es preciso decir que el perdón hecho, solicitado o propuesto recientemente es muy importante en el plano simbólico, pero, éste vale bastante poco si no va acompañado del respectivo resarcimiento, tal cual lo establecen instrumentos internacionales de derechos humanos que Chile ha ratificado o adherido…”

pacificacion araucania
Por Mario Ibarra.
Un proverbio nigeriano dice: “Si los leones tuvieran sus propios historiadores, las hazañas que cuentan los cazadores serían diferentes”.
Hace pocos días, el diario “El Mercurio” (19/03/2014) publicó una carta de un historiador  (Premio Nacional de Historia), donde se pueden leer referencias directas a un discurso pronunciado por el Sr. Intendente de la IX Región en el cual, esa autoridad, fijaba su “carta de navegación” y –entre otros asuntos– planteaba la necesidad de pedir perdón al pueblo mapuche.
La parte medular de la antedicha misiva está arrebujada en el siguiente párrafo: “Hay que conocer la historia. Los araucanos [sic] poseían vastas extensiones de tierras y utilizaban cortos espacios junto a las rucas. Para la nación chilena era un desperdicio que debía ser superado. La incorporación de La Araucanía fue un éxito, no obstante la existencia de bolsones atrasados, debido a defectos ancestrales […]”.
Sin hacer referencias a entelequias anteriores de la misma autoría, pero –para no arriesgar vómitos, arcadas y nauseas– es conveniente advertir que sería bastante osado engullir la forma de “conocer la historia”, “el desperdicio”, “la incorporación”, el “éxito”, los “bolsones atrasados” y los “defectos ancestrales” que  descuellan de los 277 caracteres utilizados en la construcción del párrafo citado.
No es fisgón notar que la lengua enjaulada por Nabrija, domada por Cervantes y cabalgada por Neruda, como sinónimos para historiador nos proponga: analista, archivero, cronista, narrador, escritor y ensayista; y, para historia, en la primera acepción nos diga: “narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados”, pero, en la séptima y octava acepciones, precisa que historia también significa “narración inventada” y “mentira o pretexto”.
Leyendo los pasajes pertinentes de la carta del galardonado historiador, en lo que respecta a la ocupación del territorio mapuche, todo parece indicar que su concepto primigenio de ese período está enraizado (o se quedó enredado) en las séptima y octava acepciones. La “Pacificación de la Araucanía” fue una guerra, dirigida por el Ministerio de la Guerra, concebida, conducida e implementada por militares y consignada en partes e informes de guerra.
Todos los conflictos, guerras, peleas, escaramuzas, etc.,  paren dos historias: aquella escrita por los ganadores y esa que queda almacenada en la memoria de los derrotados y que se trasmite de generación en generación. Las dos existen, a veces coinciden (fechas, nombres, lugares, etc.) y generalmente están absolutamente divorciadas (específicamente, en sus dimensiones humanas); lo anterior, en ningún caso, situación o circunstancia significa que el historiador está compelido a buscar términos medios.
Existe una discordancia que es primordial, pues, la historia escrita por los ganadores (o los que se sienten identificados con la victoria) tiene que negar hechos o buscar argumentos para justificarlos, disminuir y/o relativizar los efectos de algunas acciones y tapar algunas críticas o desacuerdos que pueden haber surgido en el momento o, inmediatamente, después.
Así, un análisis acucioso de los documentos de la época de la “pacificación” nos muestra los parches, los remiendos, los “vuelos rasantes” y las lecturas inicuas que los “historiadores modernos” tienen que hacer para justificar cuantiosos hechos atroces y disimular muchos actos “dignos de memoria”  por brutales e inhumanos.
Sin menospreciar ni, mucho menos, negar la historia acopiada en la memoria de los derrotados, en los tres párrafos que siguen se intenta formular una pregunta para saber cómo los “historiadores modernos” y sus seguidores explican las afirmaciones y los hechos allí consignados.
La táctica del coronel Cornelio Saavedra (autor e implementador del plan de “pacificación”)  era obligar a los mapuche “[…] a permanecer en una vida errante i agotar sus recursos, sirviendo al mismo tiempo de freno, para que las tribus que aun permanecen indecisas, no se sumen a los rebeldes, para evitar los males de la guerra, lo cual se les ha prevenido ya”. Y, el general Manuel Pinto (en la Memoria de 1869) complementaba diciendo: “[…] las dificultades que se tropieza a cada paso en una guerra tan escepcional, hacen imposible terminarla en un corto espacio de tiempo, i justifican el sistema de privar a los [mapuche] de sus recursos […] como el único medio de traerlos a la paz”.
En 1881, las instrucciones para la pacificación, entre otros asuntos, decían: “Los jefes de las respectivas divisiones deben tener presente que el único objetivo es hacer desaparecer esas tribus i que, por consiguiente, se las debe hostilizar en todo sentido, es decir, tomándoseles sus animales, destruyéndoseles sus casas i aprisionándoles sus familias i no dándoles cuartel a los que resisten”.  (diario “El Araucano”, 31/05/1881).
La “campaña del Ñielol” comenzó el 22/04/1881, los partes de guerra dicen que las tropas  “durante 12 días persiguieron a los [mapuche], quemaron más de 500 rucas, mataron a los principales caciques y numerosos conas, tomaron prisioneros a 70 hombres y un número considerable de mujeres y niños, y arrearon 800 animales vacunos y caballares, 600 de estos animales fueron rematados en Traiguén”. A propósito de dicha campaña, el diario “El Araucano” (08/05/1881) escribe: “El resultado de la expedición del Ñielol ha sido verdaderamente terrible para la raza indígena que allí había. Muy pocos ñielolinos cayeron en manos de las divisiones, pero, en cambio, se les dejó en un  estado lamentable. No tendrán con qué alimentarse, ni un techo para guarecerse de la intemperie; no perecieron por el plomo, pero sucumbirán por falta de alimento y abrigo”.
Con respecto a la situación de la parte derrotada se ha escrito que: “Existe un curioso documento publicado en 1894 en Santiago, a poco más de diez años de terminada la pacificación. Es el ‘Manifiesto para explicar al público una solicitud presentada al Excelentísimo Presidente de la República señor don Jorge Montt por todos los caciques del Departamento de Osorno’, folleto de 32 escasas páginas y modesta tipografía”. (JARA, Álvaro, “Legislación indigenista de Chile”, Instituto Indigenista Interamericano, México, 1956, pág.18).
El “curioso” texto, en una de sus partes dice: “En la reducción de Rumehue y varias otras, nuestros perseguidores para arrebatarnos nuestros terrenos incendiaban casas, ranchos, sementeras; sacaban des sus viviendas por la fuerza a los moradores de ellas, los arrojaban a los montes y en seguida les prendían fuego, hasta que muchos infelices perecían o quemados vivos, o muertos de frío o de hambre. Jamás en país alguno podrá imaginarse que esto se ha hecho un sinnúmero de veces, vanagloriándose un individuo en la actualidad de haber incendiado siete veces el rancho de una pobre familia […]” (JARA, Álvaro, op.cit., p.18)
“¿Cuál era el complemento de este bandidaje? La respuesta la proporciona el mismo escrito ‘… se sustraen los expedientes de los juzgados, saltean a los correos, violan la correspondencia, ponen en las administraciones o estafetas a personas interesadas en los asuntos, y de un modo o de otro, consiguen lo que quieren. Se repite esto millares de veces, se hacen procesos de apariencias, después todo queda encubierto’. Y concluyen con amargura: ‘¿Qué civilización es esta?’”. (Ibídem).
Es oportuno destacar que la jácara que pretende trasmitirnos el laureado historiador (que, al parecer, no leyó los partes de guerra ni las memorias de los jefes militares que dirigieron la “exitosa incorporación” de La Araucanía”), nos invita a recordar una canción –de fines de los años sesenta o principios de los setenta del siglo pasado y que versaba sobre la televisión– que dice: “La ‘tevé’ nos enseña/ cómo ganamos los blancos/ contra los indios canallas/ que no quieren dar sus tierras/ a cambio de unas medallas”.
Finalmente, es preciso decir que el perdón hecho, solicitado o propuesto recientemente es muy importante en el plano simbólico, pero, éste vale bastante poco si no va acompañado del respectivo resarcimiento, tal cual lo establecen instrumentos internacionales de derechos humanos que Chile ha ratificado o adherido.

http://mapuexpress.org/los-mapuche-entre-historias-y-perdones/

martes, 25 de marzo de 2014

POJKO

Relato de Zoila Huilipan[1]. Saltapura, 22 de abril de 1995.

Pojko se llama una mezcla de pichí[2] podrido y remedios. La mezcla de remedios se hace con lvfo, fvlel y refu[3]. Se refriegan bien los remedios en una batea chica, se machacan todos y después se refriegan con el pichí. Una vez –todo- bien refregado, se echan en una olleta y se colocan a fuego lento. Como 10 litros de pichí y nada de agua.

Antes, para mezclar se usan unos 5 litros y los otros restantes se entibian. Terminado de refregar los remedios se echan a la olleta y se cuelan, para que no entre ninguna hoja.

De cada remedio se usa un puñado a dos manos.

De ahí, por ejemplo hoy en la mañana lo preparé, le dejo todo el día calentándose a fuego lento, de manera que se mantenga tibio.

Al día siguiente se le vuelve a hacer fuego lento, para entibiarlo y que pase la noche así.

Al otro día de nuevo se le hace fuego, se calienta y se le echa un poquito de añil, un pedacito, y se revuelve lentamente para que vaya diluyéndose.

Cuando ya se ha disuelto, se echa una mota de lana sin hilar. Se calienta y se deja hasta el otro día.

Al día siguiente se calienta otra vez. Entonces, hay que ver cómo está la lana que se echó. Cuando el pojko va bien, la lana se pone azul enseguida, de color azul oscuro, parecido al azul marino. Eso quiere decir que va bien, que el pojko está bien fermentado.

Luego se le agrega más pichí. ¿Un cántaro de unos 8 litros será? En total se usan como 20 litros.

Lo que se va a teñir, ya sea el takun[4] o lana para manta[5] se echa bien mojado. Se le hace fuego suave, para que esté calientito hasta lo que aguante la mano. No debe hervir. Encima se tapa con una armazón de ramas de laurel, no con tapa de olla.

Ahí se deja el takun, metido en el agua. Aloja. Al día siguiente se le hace otro fuego y si va bien altiro se pone azul. Está tres días metido en el pojko y hay que ir reponiendo la orina que se consume.

Todos colaborábamos para reunir esa cantidad, si era mucho se le pedía a los vecinos que ayudaran a juntar.

Era lindo. Yo miraba todo eso, cuando la Mamita[6] hacía el fuego en algún cuarto solitario donde nadie ande pasando, porque cuando hacen mucho boche los niños, queda hasta ahí. Después, hagan lo que hagan no le entra tinta a la lana. La Mamita correteaba a todos los niños y dejaba que pasáramos sólo los grandes. En la noche cuidábamos que no se enfriara.

Una vez se le echó a perder. No le entró la tinta. Ataw, decía ella. "Atawvy ñi pojko", pikefuy cuando no le entraba. "Cumgelu kay, atawvy ta tvfa". "Mamita, ¿con qué lavaste tu lana? ¿No la lavarías con Rinso, con jabón?". "Sí - me dijo - la lavé con Rinso". "Sácala y la lavas con agua caliente, bien enjuagada". Yo le ayudé a lavar.

Y para eso, para cuando está celoso el pojko hay que hacerle remedio con yvfvlkon. Yvfvlkon es una planta que hay en todas las casas. Da una flor amarilla y en castellano se llama huevil. Esa planta bien refregada se le echa al pojko. Ya por la tarde, se puso azul.

La tintura del pojko no se destiñe ni aunque la echen a hervir.


Tinturación con kañun (liquen "barba de palo")
Saltapura, enero del 1997
Fotografía: Erwin Quintupill


Xarimakuñ (Manta amarrada)
Fuente: http://www.sacredgeometrics.com/SacredGeometrics_Gallery_TextileIkatSanitran.php



[1] Esposa de Pablo Quintupill. Originaria de la comuna de Cholchol.
[2] Pichí: Orina.
[3] Lvfo, fvlel y refu: Todas son especies herbáceas con propiedades medicinales.
[4] Takun: Chamal o vestido femenino.
[5] Lana para manta: En este caso no se trata de lana sin hilar o hilada; sino del urdido, previamente realizado en el telar y amarrado, para confeccionar lo que se llama xarimakuñ o manta amarrada.
[6] Mamita: Así le llamaban a la suegra (Angela Lienleo) de la narradora de este relato.

FRAGMENTOS DE RELATOS

Narrados por Juan Bautista Raguileo Lincopil, Comunidad de Saltapura, octubre de 1994.

MALAL (CERCO)


Restos de empalizada
Saltapura, diciembre del 2008
Fotografía: Erwin Quintupill

Los cercos de tronco eran para defenderse de los salteadores. Se hacía un mingako para hacer una empalizada con cunetas[1]. Mi hermano, finado Juan, se le ocurrió asegurarse. Esa empalizada que hay en la rinconada la hicimos nosotros.

CAZI (SAL)

Los antiguos buscaban sal en un río parece, en la cordillera. Era como un terrón, como piedra. En kutama[2] – en burro, en caballo – iban a buscar un poco.

Antiguamente a las ovejas se les dejaba sal, para mantenerlas sanas.

La sal nacía como piedra, como mina, dicen.

KVXAL (FUEGO)


Fuego
Saltapura, enero del 2009
Fotografía: Erwin Quintupill

El fuego no existía antes. Lo sacaban con piedrecitas, frotando sobre paja. Hacían fuego en troncos, dicen, para cocer sus alimentos; y parece que por medio de nudos llevaban algunas cuentas.

ÑANCUPIL[3]

Ñancupil, el papá de Wete, fue nombrado[4] y fue a saltear a la Argentina. Herido volvió, alcanzado por balazos.

Tenía un caballo especial, muy bueno, que corría sobre maneado, a saltos. Él ejercitaba su caballo.

Antiguamente, como militar, dicen que hacían desde chicos[5].

IYAL (COMIDA)

Hoy día somos muy delicados y antiguamente muy sufridos. Con comida natural, como betarragas que nacen solas desde el suelo virgen y que antes sacábamos, cuando éramos chicos. Como pasto salía el cvbgaw[6]. También había frutillas silvestres – chiquitas; pero sabrosas – y lawv[7].

Hasta pasto dicen que comían. Y También comían harina tostada de avellanas.


Lawv
Meses de noviembre y diciembre
Fotografía: Erwin Quintupill

BOROA[8]

En Boroa hubo una matanza. Neculmán era logko allá, y eran muy unidos con la gente de acá. Allí hubo una matanza y quedó pura osamenta. No sé con quién fue la pelea. Por eso se llama así.



[1] Cuneta: Canal para insertar los trozos de troncos de unos 2,5 m a 3 m de largo.
[2] Kutama: Carga equilibrada en las ancas del animal.
[3] Abuelo paterno de la esposa del narrador.
[4] Nombrado: Famoso.
[5] Se refiere a la preparación física de los hombres.
[6] Cvbgaw (chüllgaw): Hierba pequeña de hojas parecidas a las del trébol, con flores amarillas y bulbo carnoso de sabor dulce.
[7] Lawv: Hierba pequeña de hojas parecidas a las de la siete vena, con una única flor de color azul y bulbo carnoso de sabor dulce.
[8] Localidad cercana a Nueva Imperial.

domingo, 16 de marzo de 2014

8º MINGAKO: NIÑOS EN TALLER DE COYKE PURUN

Ya conté que ese día sábado 8 de febrero, llegaron cuatro niños para perfeccionarse o para aprender la danza del avestruz (coyke purun).

Mi peñi Cristian Antillanca me ha hecho llegar unas fotografías muy hermosas que les comparto. Espero que estos niños pronto tenga su oportunidad de danzar en un momento ceremonial.


Mawvn


Vivi colaboró con el kulxug. También hubo otros que lo hicieron.


Liqkoyam (preescolar)


Matías (1º básico)


Matías


Bryan (amigo de Matías)


Matías


Yo.
También ayudaron con xuxuka Lino y José. Con las pifvjka ayudaron varios (Fernando, Guillermo, Gustavo y Cristian)


Mawvn entrando.


Mawvn en plena danza.


Heyeh.