La
pareja de mi sobrina Mabel me preguntó de improviso a la hora del desayuno,
acerca de cuál sería la posición de los mapuche con relación a ser donantes de
órganos.
Ricardo
es chileno y llegó a Saltapura siendo el pololo todavía. En esa ocasión,
recordaba Mabel, fue mucha su sorpresa al entrar al maravilloso mundo de la
huerta. Conocía casi todas las plantas que allí crecían, pero, a pedazos.
Frutos y hojas observaban sus ojos sobre una tarima de feria dominical. Por
allí un repollo perdiendo el brillo original, rojos tomates desprovistos del
intenso aroma de sus hojas, cebollas sin el cilindro de sus hojas… No conocía
la diminuta flor del tomillo, ni la enredadera de grandes hojas de los porotos…
¿Esta misma vaina verde es la que se transforma en “granados”?. Ese verano se
dedicó a filmar la huerta, las lomas, la casa, las actividades cotidianas… Se
transformó en periodista del diario vivir.
Este
chileno se nos fue adentrando en la familia y en casa llega con el ánimo de
hacer de todo. Como sabe de gasfitería y de construcción nos colabora en cuanto
surge una necesidad. Un día lo vi en el fondo del pozo durante nuestro
improvisado mingako de limpieza. Sabe dos idiomas y le interesa el cine… Es un
chileno común; pero, también poco común.
Le dije
que probablemente los antiguos no tendrían problemas con donar parte de su
organismo de ser necesario. Los pueblos antiguos o indígenas – como nos llaman
– tenían como eje fundamental de la convivencia la reciprocidad, fui
explicando. Dar y recibir, me respondió. Claro, pero no siempre en el mismo
momento. En un mingako por ejemplo se recibe y después se “devuelve la mano”.
De cualquier modo, los antiguos no esperaban vivir a expensas del otro, sino en
comunión con lo demás.
He
sabido de machi que “operan” el cuerpo de sus pacientes, es decir, el mapuche
de antes y de ahora admite la intervención de los cuerpos con tal de mantener
la existencia. Nunca, ninguno de nosotros se ha negado a una transfusión de
sangre. Pero, los mapuche de ahora estamos intervenidos por la
institucionalidad chilena, el cristianismo y los medios de comunicación, de
modo que – en la actualidad – no será extraño hallar mapuche que se niegue a
ser donante pudiendo serlo.
Lo
bueno de esta conversación y de otras es que nos muestra claramente que nuestra
lucha de siglos no es contra el chileno común, sino contra el especialista en politiquería,
en negocios turbios, en dogmatismos religiosos, en grotescos chorreos
económicos, en arribismo, en oportunismo… nuestra lucha es contra los dueños
del fundo llamado Chile y sus secuaces, todos sus secuaces desde el más
empingorotado hasta el más tirillento, desde el más hasta el menos “ilustrado”,
etc.
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