Imagen: Camino a casa.
Fotografía: Probablemente de mi hermana Miriam. Podemos ver de izquierda a derecha a: mi tío Martín Raguileo, mi papá Juan Raguileo, mi primo Luis Raguileo (niño) y el tío Bernardo Bello. Regresan de Nueva Imperial y cargan garrafas de vino para la celebración del triunfo de Allende. Saltapura, septiembre 1970.
Fue en
los días previos a la elección de Patricio Aylwin. Mi madre me confió que
votaría por él. Yo no compartía su posición[1];
pero, en estos casos procuro ser asertivo, sobre todo tratándose de ella. En
ese momento la acompañaba papá, y estaba claro que tenían un acuerdo. (Esta
pareja sin ser perfecta, tenían como costumbre discutir sus decisiones:
conversaban, manifestaban su opinión personal, recordaban la de otros –
cercanos o lejanos –, exponían sus dudas. Imagino que no siempre tomaban
decisiones enseguida. Más de una vez vi a uno y a otro mostrarse molesto por lo
que decía su pareja. Si llegaban a sentirse molestos, eran un chiste. En otras
palabras: la pensaban).
Pero,
mi madre agregó un comentario, transformando el momento en una de las tantas
lecciones que de ellos recibí. “Vamos a
votar por Aylwin, porque no hay otro. No hay que olvidarse que él apoyó el
Golpe, él estuvo de acuerdo y después apareció con los militares”.
No
podría asegurar que ellos hayan sido militantes de la UP o de Allende. Fueron
más bien sus simpatizantes. En ello pusieron sus esperanzas de viejos mapuce.
Se alegraron con el triunfo del 4 de septiembre de 1970 y lo celebraron. La
celebración la organizaron con otros parientes y vecinos bajo el digüewero del
alto. Y se mantuvieron así, esperanzados, mientras vieron los avances que se
iban produciendo: por primera vez hubo a disposición de nuestro lof y de los de
alrededor un tractor con un operario, enviados por el gobierno[2].
¡Esta sí que es ayuda!, dijeron los viejos y dedicaron el tiempo que ahora les
“sobraba” a componer los cercos, a preparar leña con anticipación, a limpiar
las semillas, a cumplir las tareas del comité, a construir lazos, a reparar las
herramientas, a atender la huerta de la “vieja”, a construir utensilios de
madera o de otro material para la casa, etc, etc. Algunos se tiraron las
orejas, es cierto. Entre nosotros, también los hay; pero, no abundan.
Yo
presencié parte de ese proceso. Solía salir al frente de la casa o subía al
alto y desde allí tocaba al kujkuj (kullkull) avisando que la reunión
comenzaría en una hora más, cuando era más chico; un día llegué de la ciudad y
me encontré con el encargado del tractor; en el verano del 72 vi la llegada
sorpresiva de una máquina “cosechera” o “automotriz”[3].
Saltapura se revolucionó. Los viejos andaban contentos, y nosotros también.
Hasta aquellos que no habían votado por Allende – sus opositores – se mostraban
satisfechos.
Hubo
otras acciones del gobierno que no comprendí del todo. Hacían llegar a los
comités algunos libros para promover la lectura y el pensamiento socialista[4].
Entiendo la intención de hacer proselitismo; pero, se trataba de comunidades
mapuce en las que el nivel de alfabetización en castellano era bajo; y, bueno…
de otra cosmovisión; por lo tanto, no pertinente. (Pienso que el impacto de tal
acción debió ser muy bajo e incluso nulo en varios lugares). Si como
antecedente se hubiera considerado nuestra historia política y cultural,
probablemente la acción habría sido diferente. Aún así, el gobierno de la UP
consiguió la adhesión de importantes grupos de mapuce organizados desde
distintos lugares.
Ignoro
si Saltapura envió representantes al Congreso realizado en Temuco en tiempos de
la UP, para la preparación de la Ley Indígena. Parece que no. Yo, ya había
emigrado y mi contacto se remitía a las vacaciones y a las cartas.
Mis
padres fallecieron en 1995. Ambos habían sobrepasado los 80 años, según su
carnet de identidad, o sea que para 1990 ellos ya eran ancianos y kimce (hace
mucho).
¿A
quién puede sorprender que militantes de la DC se expresen negativamente de la
experiencia de la UP? Ellos siempre fueron una parte importante de la derecha
chilena. Eso también lo aprendí en Saltapura, sobre todo en la campaña del 64’,
aunque para esa fecha sólo tenía seis años; pero, estaba atento a los escritos[5],
a las noticias que daban por la radio y a los comentarios que surgían desde la
organización.
Por
nuestra parte, no se trata de ser allendistas o “upelientos”, sino que simplemente
de dar testimonio de cómo han ocurrido las cosas, de quiénes son quienes. La
primera vez que grupos de mapuce organizados fueron considerados como
protagonistas en la proposición de una ley que nos afectaría directamente fue
en los tiempos de Allende y su UP[6].
La segunda vez, fue en los tiempos de Aylwin y su CEPI que después fue CONADI…
y ya sabemos lo que ello ha significado. Desde un principio fue el organismo
que el estado derechoso creo para intentar resolver los múltiples problemas que
le ocasiona nuestra existencia.
[1] Yo venía del activismo callejero de los 80’ y no me inscribí para
votar, pues consideré que lo menos peor, no era suficiente. Me imaginé un
futuro menos siniestro que el que había conocido; pero, oscuro y
desesperanzador.
[2] El año
pasado (2011) me sorprendí con la noticia que el gobierno derechista había
invertido en la adquisición de maquinaria agrícola y que había celebrado una
ceremonia de entrega a dirigentes de varios lof de la Región (IX). ¿La derecha
de Piñera haciendo lo mismo que la UP?
[3] Se trata
de aquellas que cortan el trigo, lo ingresan a su interior y lo trillan. Por la
parte posterior va saliendo la paja, y por un costado, los granos. Hasta
entonces, debíamos cortar a mano (con hechona) o con espigadora (una pesada
máquina impulsada por dos yuntas de bueyes).
[4] Se trató de clásicos de la literatura nacional y mundial y de textos
que promovían el socialismo.
[5] Aprendí a
leer y a escribir en casa. Mis padres y mi hermana Miriam se hicieron cargo de
ello, en 1964.
[6] Si lo
hicieron bien, regular, mal o de otro modo, es tema de estudio. Yo, doy
testimonio de lo que vi, siendo adolescente.
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