Imagen: Angela Lienleo (mi abuela) y Carmela Ñancupil (mi mamá).
Fotografía: probablemenmte mi hermano Raúl, en Saltapura (febrero de 1983)
Alguna vez mi madre me habló del juego de
adivinar entre nosotros los mapuche. En esa ocasión no tuve con qué dejar
registrada la conversación; pero, fue más o menos así:
-
Vamos a jugar konew. Konewaiñ,
pikefuy ta pu ce. Ya. Estaban todos de acuerdo y se jugaba.
-
Se decían adivinanzas.
-
No como estas que se dicen en
castellano. No. Eran diferentes.
-
¿Cómo entonces?
-
Alguien decía: estoy pensando
en algo. Los demás tratábamos de adivinar en qué estaba pensando. Y así íbamos
dando vuelta, por turno.
-
¡Ah! Entonces no eran
adivinanzas como las que me decían a mí, cuando chico.
-
No. Era distinto. Uno podía
pensar en el fuego y eso era lo que los demás tenían que adivinar.
-
¿Se podía pedir pista?
-
Sí.
Imagen: Juan Bautista Raguileo (mi papá). Saltapura, 01.02.80.
Fotografía: Toño
Mi padre también me habló de algo similar.
La ocasionalidad no la pregunté; sin embargo, creo que era una actividad lúdica
que surgía del estar socializando. Debe considerarse que las adivinanzas de
origen no mapuche se dicen en momentos también diversos. ¿Cuándo ingresaron las
adivinanzas en castellano al mundo mapuche? Naturalmente, debió ser a través
del contacto directo con ellos, con los no mapuche, y poco a poco, supongo, eso
sí, que la educación formal chilena la instaló definitivamente, o al menos debió
cumplir un rol fundamental en ello. En definitiva, el momento se daba de
acuerdo a las circunstancias. Podía ser un juego familiar o social, entre
jóvenes, niños o gente mayor. Eso es lo que entendí. Ojalá alguien cercano a
nosotros pueda aportar alguna otra información.
Todo aquel/la que lea este blog no debe
generalizar esta información. Recuerde que nuestro Wajmapu era muy extenso
(desde el Pacífico hasta el Atlántico), de modo que no es de extrañar que se
hayan dado variaciones en las costumbres. Las hay hoy en día, ¿por qué no
habría de darse en los tiempos antiguos? Además, la naturaleza es cambiante y
nosotros somos parte de ella. En consecuencia, pienso que todo lo que brota de
nosotros tiene también esa característica. Se me hace difícil que algo humano
pueda perdurar por siempre.
Adivinanzas
en mapucezugun
La primera vez que escuché una adivinanza o
konew en mapucezugun fue el 26 de diciembre de 1986. Había regresado, después
de mucho estar en la ciudad, con la intención de “quedarme”. Hacía cuatro días
estaba de vuelta en mi Saltapura, después de darme cuenta que en la ciudad algo
me faltaba: el calor de la familia que había dejado en marzo de 1969.
En esa noche, de mediados de año, estábamos
en familia y alguien dijo:
1
Cem vñvm ta
tvfey
gelay piluh,
gelay hamuh
Welu “siempre”
mvley pvhoh.
Un tiempo
después, conversando una botella de chicha con mis primas Teresa, Ociela y Vivi Quintupill escuché la misma adivinanza y
también la que muestro a continuación:
2
Kiñe pici ke cem
“lleno” de picikelu.
Imagen: Filu (culebra)
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura, marzo 2000.
En el primer
ejemplo, me parece ver influencia de la adivinanza chilena de origen español,
por la estructura; específicamente, porque parece estar en versos rimados (…piluh,…hamuh,…pvhoh).
El segundo
ejemplo puede ser una fórmula mapuche, de acuerdo a lo que me contaba mi madre,
porque se trata de una afirmación y la entrega de una característica.
A propósito, recuerdo
que cuando niños – mis hermanas y yo, a veces también con mis primos –
jugábamos a adivinar de esa forma; pero, hablando en castellano. Para que nos
adivinaran “inventábamos” una y decíamos, por ejemplo:
“Una cosita
chica, negra y dura”.
Los demás
trataban de adivinar, pedían pistas, etc. La solución es la plancha (esa que
funcionaba con brazas). Esa forma de inventar una adivinanza se parece a la
fórmula empleada en “Kiñe pici ke cem/
Lleno de picikelu”, que literalmente traducido al castellano dice: “Una
cosita, llena de cosas pequeñas” o “Una cosita, llena de cositas”. Como se
puede observar, la construcción es muy similar.
Ya dije que así
jugábamos cuando niños. Era la primera mitad de los 60. Hablábamos castellano;
pero, aprendíamos de nuestros padres que entre ellos siempre conversaban en
mapuzugun. Es decir, que la fórmula que empleábamos debimos aprenderla de
nuestros mayores.
También jugábamos
– en castellano – a “qué estoy pensando”.
Respuestas
Solución
|
Informante
|
Fecha
|
Filu (culebra)
|
Familia
Raguileo Ñancupil
|
26.12.86
|
Xapi (ají)
|
Teresa
Quintupill
|
08.07.87
|
Estas técnicas en
la entretención, fueron muy significativas para los niños de ese tiempo. Nos
entreteníamos; pero, también nos poníamos a prueba. Con eso de “en qué estoy
pensando”, pues no se podía pensar cualquier cosa, sino que uno incorporaba lo
que estaba aprendiendo en la escuela, por ejemplo. En mi caso personal, siempre
fui estimulado por mis padres y el resto de la familia a conseguir nuevos
aprendizajes. El asunto se transformó en un desafío permanente, y me hizo mucho
bien.
Los adultos, los
míos, no eran inocentes cuando elegían las adivinanzas que me iban diciendo, ya
fuera para entretenerme o para que aprendiera. Quiero decir con esto, que
pienso que en la antigüedad existía la intención clara de utilizar la
“adivinanza” como un medio de entrenamiento para lograr aprendizajes, o mejor
dicho era una excusa para ejercitar habilidades cognitivas (para conseguir
conocimiento nuevo).
…
Invito a los
jóvenes de ahora, vivan en donde vivan (campo o ciudad) a recrear estas
experiencias en los ámbitos en que se desenvuelven (la familia, la escuela, el
teatro, la música, la danza, la poesía, la artesanía, la escritura, la
entretención, etc.). A recrear, es necesario para que nos nazcan nuevos
mapuche, hombre y mujer. Recuerden que la identidad es también una construcción
colectiva, producto de la reciprocidad con el entorno.
Un abrazo a
todos/as.
Erwin
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