Ella – Gabriela Mistral – es una de mis
favoritas, aunque tengamos diferencias enormes y fáciles de notar. Aunque
también hay que entender las circunstancias históricas en la que vivió, el
curriculum con que se formó y la influencia de la Iglesia Católica en su tierno
corazón.
Lo que me gusta de ella es lo corajuda, eso
de no hacerle el juego a la hipocresía de siempre, eso de no ir con pequeñeces,
eso de querer saber y compartir… eso de ser crítica y propositiva. Eso de ser
mujer en un mundo dominado por nosotros y… rebelarse, asumiendo las
consecuencias, sin gimoteos de niña, si no con la voz enérgica de una mujer que
sabe su valor.
Aquí les dejo algo que no es poesía. Son
ideas de la señora Mistral. Lo triste es que sus observaciones y quejas están
vigentes… Usted dirá…
PENSAMIENTOS
PEDAGÓGICOS
Para las que enseñamos:
- Todo
para la escuela; muy poco para nosotras mismas.
- Enseñar
siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con
la actitud, el gesto y la palabra.
- Vivir
las teorías hermosas. Vivir la bondad, la actividad y la honradez
profesional.
- Amenizar
la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna, y la
relación de cada conocimiento con la vida.
- Hacer
innecesaria la vigilancia de la jefe. En aquella a quien no se vigila, se
confía.
- Hacerse
necesaria, volverse indispensable: esa es la manera de conseguir la
estabilidad de un empleo.
- Empecemos,
las que enseñamos, por no acudir a los medios espurios para ascender. La
carta de recomendación, oficial o no oficial, casi siempre es la muleta
para el que no camina bien.
- Si
no realizamos la igualdad y la cultura dentro de la escuela, ¿dónde podrán
exigirse estas cosas?
- La
maestra que no lee tiene que ser mala maestra: ha rebajado su profesión al
mecanismo de oficio, al no renovarse espiritualmente.
- Cada
repetición de la orden de un jefe, por bondadosa que sea, es la
amonestación y la constancia de una falta.
- Más
puede enseñar un analfabeto que un ser sin honradez, sin equidad.
- Hay
que merecer el empleo cada día. No bastan los aciertos ni la actividad
ocasionales.
- Todos
los vicios y la mezquindad de un pueblo son vicios de sus maestros.
- No
hay aristocracia, dentro de un personal, que la aristocracia de la
cultura, o sea de los capaces.
- Para
corregir no hay que temer. El peor maestro es el maestro con miedo.
- Todo
puede decirse; pero hay que dar con la forma. La más acre reprimenda puede
hacerse sin deprimir ni envenenar un alma.
- la
enseñanza de los niños es tal vez la forma más alta de buscar a Dios; pero
es también la más terrible en el sentido de tremenda responsabilidad.
- Lo
grotesco proporciona una alegría innoble. Hay que evitarlo con los niños.
- Hay
que eliminar de las fiestas escolares todo lo chabacano.
- Es
una vergüenza que hayan penetrado en la escuela el couplet[1]
y la danza grotesca.
- La
nobleza de la enseñanza comienza en la clase atenta y comprende el canto
exaltador en sentido espiritual, la danza antigua – gracia y decoro –, la
charla sin crueldad y el traje simple y correcto.
- Tan
peligroso es que la maestra superficial charle con la alumna, como es
hermoso que esté a su lado siempre la maestra que tiene algo que enseñar
fuera de clase.
- Las
parábolas de Jesús son el eterno modelo de enseñanza; usar la imagen, ser
sencilla y dar bajo apariencia simple el pensamiento más hondo.
- Es
un vacío intolerable el de la instrucción que antes de dar conocimientos,
no enseña métodos para estudiar.
- Como
todo no es posible retenerlo, hay que hacer que la alumna seleccione y
sepa distinguir entre la médula de un trozo y el detalle útil pero no
indispensable.
- Como
los niños no son mercancías, es vergonzoso regatear el tiempo en la
escuela. Nos mandan instruir por horas, y educar siempre. Luego,
pertenecemos a la escuela en todo momento que ella nos necesite.
- El
amor a las niñas enseña más caminos a la que enseña la pedagogía.
- Estudiamos
sin amor y aplicamos sin amor las máximas y aforismos de Pestalozzi y
Froebel, esas almas tan tiernas, y por eso no alcanzamos lo que alcanzaron
ellos.
- No
es nocivo comentar la vida con las alumnas, cuando el comentario critica
sin emponzoñar, alaba sin pasión y tiene intención edificadora.
- La
vanidad es el peor vicio de una maestra, porque la que se cree perfecta se
ha cerrado, en verdad, todos los caminos hacia la perfección.
- Nada
es más difícil que medir en una clase hasta donde llegan la amenidad y la
alegría y dónde comienza la charlatanería y el desorden.
- En
el progreso o el desprestigio todos tenemos parte.
- ¿Cuántas
almas ha envenenado o ha dejado confusas o empequeñecidas para siempre una
maestra durante su vida?
- Los
dedos del modelador deben ser a la vez firmes, suaves y amorosos.
- Todo
esfuerzo que no es sostenido se pierde.
- La
maestra que no respeta su mismo horario y lo altera para su comodidad
personal, enseña con eso el desorden y la falta de seriedad.
- La
escuela no puede tolerar las modas sin decencia.
- El
deber más elemental de la mujer que enseña es el decoro en su vestido. Tan
vergonzosa como la falta de aseo es la falta de seriedad en su exterior.
- No
hay sobre el mundo tan bello como la conquista de almas.
- Existen
dulzuras que no son sino debilidades.
- El
buen sembrador siembra cantando.
- Toda
lección es susceptible de belleza.
- Es
preciso no considerar la escuela como la casa de una, sino de todas.
- Hay
derecho a la crítica, pero después de haber hecho con éxito lo que se
critica.
- Todo
mérito se salva. La humanidad no está hecha de ciegos y ninguna injusticia
persiste.
- Nada
más triste que el que la alumna compruebe que su clase equivale a su
texto.
Revista de Educación, Año II, Nº 1.
Santiago, marzo de
1923.
En: Mistral, Gabriela (1979)
Magisterio y niño. Selección de Roque Esteban Scarpa. Editorial Andrés
Bello. Santiago de Chile.
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