Imagen: Saltapura, enero 2017.
(Un regalo para ellas)
Fotografía: Erwin Quintupill
La servidumbre, la sirvienta, la criada, la muchacha, la ayuda, la nana, la cholera, la gata, la mucama; a la empleada doméstica se le conoce con infinidad de nombres, despectivamente. Sin embargo es la empleada más importante, paradójicamente es la mal pagada, la explotada y la esclavizada en un modelo de sociedad que utiliza a los parias como trampolín, como escalera, como el soporte más importante para sostener la explotación de unos para beneficio de otros.
Infinidad de teorías, estudios, conceptos y definiciones se
pueden escribir en tomos de tomos para justificar la existencia de la
sirvienta, sin embargo este trabajo no tiene justificación alguna; es la
explotación de una mujer para que otra logre el beneficio de la realización
profesional y personal. Un sistema que milenariamente ha mantenido el modelo
funcional a las minorías.
Gracias a que estructuralmente se le ha negado el acceso a
la educación a los parias, y a las mujeres en particular, miles de niñas,
adolescentes y mujeres se ven obligadas a trabajar en el servicio doméstico,
situación que beneficia a muchas familias de la clase media, la burguesía y la
oligarquía, a quienes en muchos casos les importa un comino la equidad y la
igualdad social, porque la inexistencia de éstas las beneficia.
Y así es como vemos a feministas y a defensoras de derechos
humanos que no están excluidas de este sistema y forman parte de él muchas
veces adrede, porque “qué culpa tienen ellas, si ya estaba así cuando nacieron
y para qué ponerse a pelear con él”. Las vemos asistiendo a conferencias,
dictando seminarios sobre la equidad y los derechos de la mujer, sobre el
acceso a la educación, mientras en sus casas hay otras cuidando a sus hijos,
limpiando su casa, planchando la ropa, limpiando sus baños y trapeando sus pisos.
Otras que gracias al sistema de explotación no gana ni el salario mínimo y
carecen de beneficios laborales.
Y vemos cómo milenariamente, familias completas logran el
desarrollo, la oportunidad de acceso a la educación superior, mientras otras
les sirven de soporte, de piso, de almohada. Esa almohada suave que las cobija
y les cuida el sueño a cambio del dolor de ser explotada, insultada, tratada
como un mueble viejo, no como persona. Una sirvienta que no se cansa nunca, a
la que no le duele nada, una sirvienta que no piensa, no ve, no escucha y no
habla, solo cuando tiene que decir: sí, señora, sí patrona. Porque si siente,
si escucha, si habla, si interactúa como persona, será despedida por abusiva,
por salida, por igualada. Por eso existe la sirvienta, por eso existe el
trabajo de la servidumbre, porque son tumbas que además limpian las porquerías
de sus empleadores. Y si vamos más allá, también son la cama para enfriar las
calenturas del patrón, sus amigos y sus hijos.
Mientras la patrona y sus hijas logran asistir a la escuela,
a la universidad, desenvolverse profesionalmente, la empleada doméstica se
pudre entre cuatro paredes, se pudre entre los pisos sucios y las ollas por
lavar. Una empleada doméstica que también tiene sueños, que también anhela, que
también siente. Una niña, una adolescente y una mujer que sueñan con asistir a
la escuela, a la universidad, con cambiar de vida. Madres que tienen hijas que
también serán sirvientas, muchas veces de las hijas y de las nietas de sus
patronas. Una cadena de injusticia social que beneficia a unas y explota a
otras.
¿Quién en sus cinco sentidos, quisiera trabajar de sirvienta
en lugar de tener acceso a la universidad y realizar sus sueños? ¿Quién
cambiaría un escritorio de universidad por un cepillo de lavar baños? ¿Quién
cambiaría un salario justo por la explotación de no tener derechos laborales?
Con esto no quiero decir que el trabajo del hogar corresponda exclusivamente a
la mujer, no se trata de alimentar estereotipos. Aquí el punto es otro.
Y vemos a través de la historia del tiempo el avance que ha
tenido la mujer, como género, cuando se coloca en el foco a las profesionales
que han salido del hogar para desarrollarse profesionalmente, pero quedan en la
oscuridad las miles de parias que son el soporte en la invisibilidad de la
explotación. ¿Existe realmente el avance en derechos de género? Tal vez para
unas, dependiendo de su condición social. Porque el paria, será paria en
cualquier lugar.
Y vemos doctoras, ingenieras, docentes, periodistas,
feministas, artistas, deportistas de alto rendimiento, empresarias muy exitosas
y reconocidas por su humanidad y la excelencia en su trabajo, con éxito logrado
por esfuerzo propio… y el soporte de una niña, adolescente y mujer que no pudo
desarrollarse porque su condición de paria la obligó a trabajar en la
servidumbre. ¿Injusticias de la vida, del sistema? ¿Cómo una mujer puede
desarrollarse profesionalmente, hablar de humanidad y luchar en teoría por los
derechos de género teniendo a una empleada doméstica en su casa? ¿Cosas del
feminismo burgués? ¿Cosas del aprovechamiento del sistema? ¿Cosas de doble
moral?
Y como sabemos que en los males de la sociedad el del
servicio es perenne, es también urgente que se dicten leyes que las beneficien
laboralmente. Que estas mujeres tengan derecho a un salario justo, a vacaciones
pagadas, bonos de los que gozan los empleados de cualquier empresa. A reposo
por los días de enfermedad, a servicio médico. A horario de entrada y salida
con horas extras. Que tengan todos, todos los beneficios laborales. Es lo
mínimo que se puede hacer con personas tan importantes en la sociedad. Y es
urgente también que deje de existir la explotación infantil, estas niñas y
adolescentes no deberían estar trabajando en casas, deberían estar estudiando.
¿Qué sucedería con estas
mujeres profesionales el día que quede abolido el trabajo de la
servidumbre? ¿Se organizarán en casa con sus familias y ellos mismos limpiarán
su propia mierda? Dudo que esto llegue a suceder, porque de la servidumbre se
aprovecha el perro y el gato, ¿y quién en su sano juicio quiere perder
privilegios? Ojalá, algún día, en la memoria familiar y en la memoria colectiva
se recuerde a quienes desde las sombras fueron el soporte para el desarrollo de
tantas mujeres a través del tiempo.
Ilka Oliva Corado
Punto Final N°891.
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