viernes, 26 de octubre de 2012

LA POESÍA DE ANSELMO RAGUILEO


La fecha exacta en que escribió los pocos poemas que nos dejó – en total quince no lo sabemos, aunque puede deducirse de modo aproximado. Me atrevo pensar que algunos en la década del 50 y los otros en los 60, y no más; pues las principales preocupaciones de Anselmo Raguileo fueron:

  • Superarse académicamente, en la etapa juvenil.
  • Aprehender conocimientos que le permitieran habilitarse para el desarrollo de una propuesta – con base científica de escritura del mapucezugun, durante la primera mitad de la década del 50.
  •     Sobrevivir junto a la familia. (Vivió varios períodos de cesantía. Su primera experiencia matrimonial duró aproximadamente tres años. Tuvo cuatro hijos y se casó dos veces).
  • Trabajar para la organización política (Partido Comunista) a la que ingresó poco después de 1950.
  • Dedicarse a la investigación científica para la consecución de un grafemario del mapucezugun (Primero en la década del 50 y después desde 1980 en adelante; aunque es sabido que dedicó muchos otros momentos a este empeño).
De modo, entonces, que entre las principales preocupaciones del lingüista no estuvo la poesía; sin embargo escribió un conjunto de poemas que adquieren importancia porque – en su mayoría – nos lo muestran ligado a su Saltapura natal y al pueblo que pertenece.

Iniciándose el 2004 se publica el trabajo realizado conjuntamente por Mabel García y Sylvia Galindo (“Poesía Mapuche. Las Raíces Azules de los Antepasados”. Depto. Lenguas, Literatura y Comunicación. Instituto de Estudios Indígenas. UFRO) que muestra “las obras desconocidas de los primeros poetas mapuches”. Se trata de Sebastián Queupul, José Santos Lincomán y Anselmo Raguileo). Al respecto el profesor Hugo Carrasco Muñoz escribe – en el trabajo mencionado de García y Galindo – “que la poesía de Anselmo Raguileo, producto por lo demás lateral o residual en sus preocupaciones intelectuales (…) se halla vinculada sólo en forma parcial a las preocupaciones del núcleo central de la poesía del grupo dedicado primordialmente a la tarea y quehacer de los poetas. Coincide con ellos sólo en la expresión de ciertos aspectos del sentir identitario mapuche,…” Agrega que es más cercana a la expresión poética de Sebastián Queupul[1] y de Pedro Alonzo Retamal.

Ignoro las circunstancias en que Anselmo Raguileo escribió poesía; pero se me ocurre que fueron similares a aquellas que nos motivan a registrar por escritos nuestras emociones cuando nos sentimos particularmente lejanos de nuestra tierra de origen.

Él contó a su hija Ruby que cuando al llegar Santiago no conoció a otra persona mapuche con quien interactuar, que vivió solitario y – además – muy lejos del hogar[2]. En esas circunstancias ocurrió su primer matrimonio y por ello no prosperó, a pesar de los dos nacimientos acontecidos. Entonces, él no habría logrado integrarse satisfactoriamente a la sociedad no mapuche en esa tiempo; lo intentaba, pero desprovisto de la fortaleza que el hábitat propio entrega.

Debió agigantarse en su espíritu la necesidad de la cercanía con Saltapura, su gente y su paisaje. “El boldo huacho” es un poema que nos habla de un boldo que existe desde tiempos que nadie recuerda. Todos los habitantes actuales de Saltapura lo conocen, pues se encuentra a orillas de un camino público y en el terreno que perteneciera al padre de Anselmo Raguileo. Es un patrimonio viviente.

Cuando lo he visto de nuevo
vienen a mi memoria
recuerdos de otros tiempos
que jamás podré olvidar…”                          El boldo huacho


Imagen: Boldo huacho
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura, 27.06.10.


Imagen: Boldo huacho.
Fotografía: Marcelo. Saltapura, enero 2009.

También los poemas “La alborada” y “Atardecer en mi valle”, “Atardecer” y “Noche de luna” nos sitúan en Saltapura.

“Con sus cantos broncíneos
los gallos del vecindario
están rasgando el silencio”.                          La alborada

“El valle entero va cerrando
lentamente su párpado inmenso
y, las colinas allá lejos,
envueltas ya en su chal gris
acurrucadas esperan la noche.                      Atardecer en mi valle


Imagen: Atardecer.
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura, enero, 2008.

“Sobre el valle ya dormido,
allá, cubiertas con su negro manto,
ya están las lejanas colinas;
mas, la Cordillera de Los Andes
con su porte majestuoso,
aún levanta su blanco pañuelo,
despidiendo la apacible tarde.”                    Atardecer

“Bajo el embrujo
de tu luz mortecina
y en el frío silencio
de tu atmósfera,
los árboles emergen
de la tierra
como de un  telón
suspendido del cielo”.                                   Noche de luna



“El canto del pidén” nos sitúa en el paisaje de la tarde en Saltapura. Aunque los pidenes (pu pizeñ) emiten su sonido a diferentes horas del día, es particularmente al atardecer cuando más se les puede escuchar, justo a la hora en que el día se va. El silbido que emite – si se escucha de muy cerca – parece surgir de la tierra y puede llegar a asustar a más de algún desprevenido. El canto del pizeñ se liga a la existencia en Saltapura.

“El cherrufe” también es una experiencia vivida por muchos habitantes de Saltapura. Los mayores cuentan a los menores la existencia de visiones que pueden ser representaciones o apariciones del mal. Las hay de muchas formas; una de ellas es el cherrufe (cewvrfe); otras, son el ancimajeñ (anchimalleñ), el wixanalwe (guitranalgue), el uyuce (uyuche), etc. Pocas personas reconocen haber tenido este tipo de “visiones”[3].

“Araucanía” y “Antupillán” nos llevan a la historia aprendida de los antiguos, mezclada con la que nos dio a saber la escuela chilena. Nos habla del Wajmapu en los recuerdos y en la mirada futura. Nos dice de su toma de conciencia (la de Anselmo Raguileo) y de su compromiso social y político. Estos poemas seguramente fueron escritos poco antes o una vez que se incorporó al PC.

En 1968, mientras se desempeña como empleado en FAMAE, participa en un concurso de poesía organizado por esa empresa, obteniendo el primer lugar con “Araucanía”.

¿Dónde están los empinados robles,
los sombríos laureles y los retorcidos olivillos,
testigos milenarios
de esta fecunda tierra?
¿Dónde están los poderosos ulmenes,
los soberbios caciques
y los bravos toquis,
señores de la elocuencia,
de la astucia y el coraje?                                          Araucanía

Sin embargo, Anselmo Raguileo no dedicó su vida a la poesía. Antes que todo lo demás estuvo su compromiso social y político, y como consecuencia de ello su empeño por lograr una propuesta de escritura para el mapuzugun con base científica.

Aún así, no podemos dejar de mencionar que en ese grupo de quince poemas dejados por él, existen cuatro surgidos de su experiencia amorosa. Ellos son: “A mi gran amor”, “El primer beso”, “A una rubia” y “A Leonor”. Probablemente correspondan a la primera etapa de su segunda experiencia matrimonial, excepto “A una rubia”, porque su segunda esposa (Leonor) no lo fue.

Por último existen otros dos poemas: “El pregón de las arvejas” y “Lluvias de invierno”. El primero recrea el trabajo de muchas mujeres mapuche, sobre todo de las del sector de “La Vega”, ubicado al sur de Nueva Imperial y al norte de Villa Almagro, que recorrían y recorren las calles de Nueva Imperial pregonando sus hortalizas y productos de la actividad chacarera. El segundo nos habla del paisaje de invierno, un temporal en que las aguas corren hasta por las alturas, en que el suelo parece romperse con el estruendo de los truenos y la fugaz visión de un rayo intimidante surcando el firmamento de Saltapura: las lluvias del sur. Todo eso, mientras el hombre sale a mirar el estado en que se encuentran sus animales o va por ellos para llevarlos al corral, dependiendo la hora del día. Es parte de la vida cotidiana en su lof de origen, el que Anselmo Raguileo vivió junto a su familia.

Un roble viejo
se derrumba,
lanzando un prolongado quejido                   Lluvias de invierno

Hay mucho que decir, que comentar, que imaginar con la escasa poesía que Anselmo Raguileo, seguramente escribió sin la intención de transformarse en escritor; pues como ya se ha dicho sus preocupaciones principales se manifestaron en otras áreas del vivir; sin embargo, para un habitante de Saltapura es fácil reconocerse en ellos. Al mismo tiempo, al abordar la historia, nos invita a conversar y a reflexionar todos los tiempos.

¿Recordará Leonel Lienlaf que en 1995 conversábamos acerca el poco asombro que nos provocaba el hecho de que tantos hermanos y hermanas se dedicaran a escribir poesía? Nos decíamos, los mapuche poseemos una lengua que es poética; cada vez que un mapuche habla en su idioma lo hace en función de su experiencia de vida, por lo tanto en el habla se reflejan y se observan claramente una serie de imágenes que lo hacen poético. Los antiguos vl son el más claro ejemplo.

De allí entonces que, aunque Anselmo Raguileo, no se dedicara a la escritura poética de modo permanente. En los pocos escritos que nos dejó están las imágenes de la narrativa tradicional mapuche, aunque estén escritas en lengua extranjera.



[1] Sebastián Queupul es originario de Ralipitra, un lof ubicado un poco más al norte de Saltapura; de modo que sus habitantes están emparentados y por lo mismo se conocen.
[2] Entiéndase como hogar no sólo la casa habitación en que se nace y el grupo familiar que allí reside. El hogar mapuche es más que un edificio; es también la familia amplia y todo el espacio circundante (próximo y lejano), es decir, lo son también los demás seres vivientes y los componentes abióticos de nuestro lof.
[3] El autor de esta nota, también originario de Saltapura, ha tenido la ocasión de presenciar más de una visión, aunque de tipo diferente a la descrita en el poema mencionado.

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