Los narradores son Carmela Ñancupil (mi mamá), José Raguileo Ñancupil (mi hermano) y la tía Isabel Tragolaf. Aquí les van:
RELATO DE BRUJERÍA
(Carmela Ñancupil; Saltapura, 03 de marzo de
1989)
A un joven lo iban a correr. Lo iba a correr
su mamá, quien era bruja. Entonces, un amigo suyo, joven también, le avisó. Ese
otro joven también era brujo y como eran buenos amigos se compadeció de él y le
dijo.
-
Tu mamá te va correr, tal día. Yo también soy brujo, por eso lo sé.
Ella llevó unas ropas tuyas. Están en el renv[1].
¿Te atreves a ir a buscarlas?, porque nadie más que tú puede hacerlo. Y yo te
puedo llevar.
El joven dijo que sí, que se atrevía. Y
fueron. Allá estaban sus cosas y las tomó. De ahí el amigo le dijo:
-
Tal día habrá una reunión a la que yo también asistiré. Ese día, tu
mamá dirá que saldrá de visita a casa de un hermano suyo. Es mentira, porque
debe ir a la reunión en que te va a correr. Ese día habrá carrera. Si vas
conmigo, podrás mirar escondido desde el monte.
Y así lo hicieron. Ese día la vieja salió
diciendo que iba a visitar a un hermano suyo. Y se fue. Más tarde se fue el
joven con su amigo, y se quedó en el monte donde éste se lo dijo, y desde allí
observó lo que ocurrió. Por la noche llegaron todos los brujos, entre los que
vio a su mamá. Cuando le correspondió correr le preguntaron qué iba a apostar y
ella respondió que “una cabeza de diuca”. Esa diuca era su hijo, el único que
tenía. Entonces corrieron y la vieja perdió. Ahí, lloró la vieja; pero, ya
había perdido.
Entonces, los brujos mataron un cordero
grande que tenían amarrado (que representaba al hijo) y le dieron carne (a la
vieja) para que llevara de rokiñ. Después de ver todo eso, el joven regresó a
su casa.
Su mamá regresó temprano por la mañana,
cansada y con sueño. Dijo:
-
¡Ay! Vengo cansada. Aquí traigo carne que mi hermano me dio. Me mató
un cordero mi hermano. Y se lo pasó a la señora de su hijo. Ella se alegró;
pero, su marido – el joven – le dijo sin que se diera cuenta su mamá:
-
Déjala por ahí. No la cocines.
Ella se extrañó. Es que su amigo le había
dicho que no comiera de esa carne porque era del cordero que los brujos mataron
y que lo representaba a él. Entonces, se iba a comer a sí mismo. Hecho eso, no
había ninguna salvación.
La mamá se fue a dormir. Cuando se quedó
dormida, el joven la mató con un hacha. Así murió la bruja y el joven se salvó.
Después el joven avisó a sus familiares, a quienes contó todo. Ellos
entendieron que se trataba de una bruja y consideraron que se había hecho
justicia. Nadie puso denuncia por el caso.
Nota: Este relato
proviene de Ragintuleufu y fue narrado por Isabel Melillan a Carmela Ñancupil,
su suegra. Los hechos habrían ocurrido en ese lugar.
UNA BRUJA
SORPRENDIDA
(Carmela Ñancupil; Saltapura, 03 de marzo de
1989)
Al mediodía, las brujas salen a buscar lo que
necesitan para hacer sus brujerías. Un joven siguió a una mujer que se internó
en el monte, a eso del mediodía. Cuando llegaron bien adentro del monte, la
mujer sacó su reboso, lo extendió sobre el suelo, sacó un “pitito” de entre su
ropa y lo tocó. El joven escondido, observaba.
Al poco rato, comenzaron a llegar todo tipo
de insectos y sabandijas. Entonces, ella sacó su cortaplumas y de uno en uno
los iba tomando y les sacaba algo. ¡Quizás qué sería!. En eso estaba cuando el
joven salió de su escondite y le habló de sorpresa:
-
¿Qué está haciendo, papay?
-
¡Ay!, dijo la mujer. ¡Ay, caw!
No le cuente a nadie, caw. No le cuente a nadie. Remedio, caw; pa remedio que
ando buscando.
Ya. Así quedó. Pasó el tiempo y como al año
la mujer se murió. Dicen que cuando pillan a los brujos, estos se mueren.
Seguramente se molestará el Diablo.
LA MUERTE DE CEWKE
(José Raguileo; Saltapura, 13 de junio de
1994)
Cewke fue weku (tío, hermano de la madre) de
los Curiqueo: Pvxem y el finado Alberto. Cuentan que en una ocasión encontró un
plato con un pollo asado y tapado con un mantel y que también había allí una
botella de vino. Eso ocurrió en la junta del camino que sale de Saltapura con
el que viene de Bolonto y sigue hacia Loma Larga, en el alto de Wiskao.
Dicen que Cewke se llevó el pollo a su casa,
con todo. Se lo comió y también se tomó el vino. Tiempo después murió. Era un
mal. Por eso, en este lugar nadie se come algo que encuentre botado.
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En abril de este año, más o menos, donde se
junta el camino que sale de Saltapura con el público que viene de Teodoro
Schmidth y que va a Nueva Imperial, en
el sector del paradero de la micro, varias personas vieron dos botellas
malteras que contenían un líquido; entre ellas la Flor[2]
que iba a endilgar a la Loreto[3]
hacia la escuela. La señora Raquel, que vive a menos de 100 metros del lugar,
cuenta que en ese lugar se encontró con Miguel Ñanculeo[4],
quien probó el contenido de las botellas y le dijo que era chicha y que estaba
buena. Se las llevó. Las botellas habían estado allí gran parte del día.
Nota: A la fecha
(2011), Miguel Ñanculeo sigue vivo. Lo de las botellas de chicha no se trató de
un mal; probablemente algún borracho las olvidó.
OTRO RELATO DE
CEWKE
(José Raguileo; Saltapura, 14 de junio de
1994)
Cewke era brujo. Cuando murió un pariente –
no recuerdo quién – hicieron la fosa en el mismo lugar en que había sido
sepultado finao Tran (Tránsito Calfuqueo), papá de Arnoldo. Allí salió la
calavera del finao anterior, de Tran.
El viejo Cewke se robó la calavera. Después
del funeral pasó a hacer kojetu[5]
donde mi tío Martín Raguileo. Dejó la calavera escondida en un chuponal[6].
Tal vez por borracho o por la oscuridad, no la halló después.
Al tiempo después, Herman – hijo de mi tío
Martín – rozando, la encontró en ese lugar. Así se supo del robo de la
calavera. La llevaron de nuevo al cementerio para sepultarla.
UN CASO DE
CHONCHÓN
(José Raguileo; Saltapura, agosto de 1994)
Miriam[7]
y José cuentan que estaban solos en la cocina de fogón, cuando pasó un chonchón
y cantó. José le dijo “Venga mañana a tomar chicha. Todavía queda”. Al día
siguiente, llegó el viejo Cheuquepal, quien nunca había visitado la casa. Llegó
preguntando por chicha. Como era conocido lo hicieron desmontar y lo atendieron
como acostumbran hacerlo en casa. El hombre se curó.
Dice la mamá que en esa oportunidad, después
de estar muchas horas en casa y ya borracho, contó que era chonchón; pero, que
no hacía daño. También contó que su mamá solía enviar piedras hacia la
cordillera. El newen, dijo que lo tenían debajo de un morro de tierra que hay
junto a una tranca a la salida de su casa.
OTRO RELATO DE
CHONCHÓN
(José Raguileo; Saltapura, agosto de 1994)
Había un fulano que tenía empleado,
inquilino. No le duraban. Todos se iban. Un día invitó a un compadre suyo para
que le sirviera. A ese hombre le dijeron que tuviera cuidado con su compadre
porque tenía algo y que por eso se le iban los empleados. Él aceptó, de todas
maneras.
Una noche que sintió que el chonchón pasaba,
le disparó. Cerca suyo escuchó que cayó algo. Al ir a mirar, encontró que se
trataba de su compadre. El hombre se impresionó. Le avisó a su mujer porque
esto ocurrió al lado de la casa. La mujer lo regañó. Entonces, tomó de la oreja
a su compadre y lo fue a dejar junto a su casa. Mañana le voy a pedir
disculpas, se dijo.
Al día siguiente lo fue a ver. Lo encontró
todo moreteado en el rostro. Ahí se disculpó. En adelante, no volvió a
dispararle a los chonchones porque con un disparo se caen del susto.
[1] Renv: Cueva en la que se
reúnen los brujos y brujas. Allí realizan sus encuentros para todo tipo de
asuntos. Allí también hacen vida social, hacen fiestas y corren a sus víctimas.
[2] Flor Raguileo, hermana del narrador.
[3] Loreto, sobrina del narrador (hija de Flor).
[4] Vive cerca del lugar mencionado.
[5] Kojetu: costumbre de ir a casa de los deudos
– después de ocurrido el funeral – para seguir comiendo y/o bebiendo.
[6] Se refiere al chuponal que se encuentra en el
callejón por donde salía el tío Martín.
[7] Miriam, hermana del narrador.
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