por Erwin Quintupill
quintupillerwin@gmail.com
A más de alguien puede resultarle extraño. Y
no estoy hablando de chilenos, sino de nosotros mismos; de personas que habitan
en el mismo Saltapura que es el sitio en donde se ha instalado un CEMAMVJ,
específicamente en la tumba de ANSELMO RAGUILEO LINCOPIL[1].
En lo personal era un desafío frente a la inercia de tanta cruz cristiana en
nuestros cementerios. Hace mucho tiempo me rondaba la idea. Llegué a pensar que
con la dinámica del Mingako Kultural[2]
era posible y así lo conversé con mi hermano Olegario en el verano pasado. Sin
embargo, Ruby – la hija mayor de Anselmo y por eso mi prima – me habló por el
“hilo del teléfono” unos meses después solicitándome le ayudara ¡en lo mismo!
No pude esconder mi alegría. Me di a la tarea, nada fácil al comienzo; aunque
después fluyó como las vertientes en invierno.
Un poco más allá del patio de la casa yacía un
trozo del viejo tronco de un ciprés que sucumbió a un fuerte temporal, a
mediados de los 80. Eso ocurrió durante la noche. Fue un golpe enorme en medio
de lo oscuro. A la mañana siguiente, pudimos ver su largo cuerpo extendido abarcando
casi todo el majin[3].
Ahora, mi hermana tenía la idea de venderlo. Alguien – me contó – se lo había
propuesto. Entonces, le pregunté por el precio y nada le dije del plan que
teníamos. A los pocos días, me informó que si se trataba de un Cemamvj para el
tío, pues, lo donaba.
Saltapura, octubre 2014
Fotografía: Erwin Quintupill
Fernando, sobrino nieto de Anselmo, me dijo en
otro día “lo hacemos”. Faltaba, ahora, destruir la vieja estructura de un “mausoleo”,
roído por las lluvias, el sol y los vientos. También que alguien construyera un
bloque de cemento para situar allí la escultura terminada. Todo resultó – como
dije – como la línea de una vertiente que se asoma entre el pasto en los días
de invierno. Guillermo se encargó de la dura tarea de limpiar el sitio. Lino –
otro sobrino nieto – se sumó al entusiasmo de su hermano y bajó un día hasta la
casa para ofrecer algunas indicaciones y meterle mano al tronco que lentamente
comenzó a tomar la forma de los olvidados[4].
Lino es aventajado escultor, algo escondido en su enorme creatividad. Él
confeccionó una maqueta de unos 20 cm de altura.
Fernando y Lino Raguileo.
Fotografía: Erwin Quintupill
Lino Raguileo
Fotografía: Erwin Quintupill
Fernando Raguileo
Fotografía: Erwin Quintupill
Fernando Raguileo
Fotografía: Erwin Quintupill
Fernando y Lino Raguileo
Fotografía: Erwin Quintupill
Ce mamvj
Fotografía: Erwin Quintupill
El 11 de octubre fue el día en que el tronco tuvo
su primera intervención. Semana a semana, en cada uno de mis regresos del
trabajo, pude ver como iba tomando la forma definitiva. Mientras tanto nos
informábamos acerca de la posición que debía adoptar y de por qué. Al mismo
tiempo, surgió la idea de que para el próximo Día de los Muertos estuviera
allí, para que todos lo vieran. Queríamos escuchar las reacciones. El 31 de
octubre estaba listo. Fernando se consiguió una camioneta y en ella lo
trasladamos. Quedó listo para una posible inauguración, al día siguiente.
[2] Mingako Kultural: Actividad que el autor de esta nota realiza año a
año, en Saltapura, desde el 2007.
[4] Dominga
Quintupill, cuñada de Anselmo Raguileo, me contó hace muchos años que cuando
ella era niña, pudo ver en el cementerio sólo esas figuras. No habían cruces,
agregó. Mi hermano José – una generación después – me comentaba, en estos días,
que quedaba uno solo en sus años de infancia.
“Olegario
le hacía coronas y se las colocaba en el cuello”, me dijo. “Dicen que allí
estaba enterrado el logko” (probablemente Kaxvbeufv (Martín Catrileo)).
No hay comentarios:
Publicar un comentario